Nunca tuvo sentido que, de repente, el Valencia se pusiera con dos goles de ventaja. El Getafe, bastante más eficiente en su fútbol, dominó por aniquilamiento hasta que Maxi. La locura subsiguiente, muy propia de este clásico de nuevo cuño, nos dejó atónitos. De un plumazo se esfumaron los muchos defectos que se le veían a los locales en una macabra continuación del insufrible choque contra el Leganés. En medio del remolino, del agua turbia, surfeó el Valencia una ola que llevó a su gente al éxtasis. Tres goles sin tiempo para tocar el suelo. Pero cuando el lodo volvió al fondo, cuando ahí abajo se pusieron de nuevo a jugar al fútbol, se impuso la lógica inexorable. El Getafe no mereció perder. En todo caso, lo que bien pudo hacer es llevarse los tres puntos.

Erre que erre

Zarandeó Celades su defensa con resultado bastante desastroso y, sin embargo, perseveró en su apuesta por el trivote de hace tres días. Doctores tiene la Iglesia, pero habría que rebuscar mucho para encontrar a alguien que de verdad pensara que lo que no funcionó ante el colista iba a encontrar mejor suerte teniendo delante a todo un Getafe. Todo un Getafe, sí, porque Bordalás sabe muy bien lo que hace y saca partido como nadie en la Liga a los mimbres que le pone el club a disposición. Sin quejas ni pataletas de niño malcriado. Tremendo entrenador, este sí. Y con un Kondogbia tan desafortunado, lento y fallón como en sus apariciones precedentes a los mandos, el Valencia no se esfumó porque ni tan solo llegó a aparecer hasta el gol de Maxi. Fue un no equipo, un espectro a la espera de ser masacrado por un rival que le ganaba en todas las facetas. Todos pensábamos que cuando Celades dijo que su equipo mereció vencer al Leganés lo decía echando mano del tópico. Nos echamos ahora a temblar cuando nos damos cuenta de que de verdad estaba convencido de ello. Si tras lo de ayer Kondogbia sigue llevando la batuta del equipo -curioso que la gente pida cambiar a Coquelin, cuando el 17 no resiste comparación alguna con su avejentado compañero-, estaremos ante un nuevo y flagrante ataque de entrenador, que era lo único que nos faltaba.

Thierry

Con todo, ayer sí vimos algo de luz en medio de la tiniebla y del trote cochinero de Kondogbia. Sorprendió a propios y extraños Thierry. Un chaval que se desempeñó con la tranquilidad de quien lleva toda la vida en Mestalla. Tiene salida de balón, buen criterio, sirve los saques de banda como Dios ordena y es valiente como pocos a su edad. Se despistó en el tercero del Getafe, pero el balance global de este futbolista es más que esperanzador. Apunta a buen lateral, lo cual en el Valencia es como para ponerse a llorar de alegría.

Maxi

Tanto se equivocó otra vez Celades, que quien recolocó a su equipo en un partido que iba camino de humillación fue Maxi, invitado accidental en una noche que empezó en el banquillo. Sólo el decepcionante resultado final empaña una actuación soberbia del uruguayo, que empezó a enseñar lo que ya le vimos en sus buenas noches celtiñas. Golazo antológico su primero, tras falló de Djené, la pantera que esta temporada parece menos fiera. Despliegue lleno de fuerza el resto del partido. Un nueve como mandan los cánones.

Kondogbia

En algún momento habrá que desenmascarar de una vez por todas al primer engañaperiodistas del nuevo orden mundial. Un jugador que, tras una primera temporada destacable, y coincidiendo con sus escapadas africanas sin ningún sentido, se ha arrastrado por el campo de manera escandalosa partido sí y partido también. Verlo regresar caminando en los contragolpes postreros del rival fue anoche otra más de esas señales que cualquier entrenador con personalidad interpretaría de manera inequívoca. Un lastre para sus compañeros y una desesperación para el aficionado. Hasta que no desaparezca de ese medio campo, el equipo no arrancará. Al tiempo.

Kang In

Apareció en los treinta minutos que dominó el Valencia. En medio de la algarabía, supo mostrar sus armas y ese toque de pelota marca de la casa. Pero confía demasiado en sus virtudes, que son muchas pero no las de un primer espada todavía. Abusa del adorno y se complica en exceso. Si alguien es capaz de hacérselo ver, ahí hay futbolista.

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