En menos de media temporada desde las entrañas del Valencia de Peter Lim podría escribirse uno de esos manuales, repletos de ironía, que ahora tienen tanto éxito. El título sería algo así: «Cómo (no) dirigir una empresa deportiva». Desde el verano hasta hace un par de semanas Nuno Espírito Santo campó por aquí a sus anchas para, conforme a los mandamientos de Jorge Mendes, destrozar con torpeza buena parte de lo construido el curso pasado. Ahora a Gary Neville le toca seguir recogiendo el fango de un equipo mal reforzado -o, al menos, reforzado a años vista-, desquiciado, golpeado por las lesiones y agotado por la ineptitud de quienes no supieron fichar la calidad inmediata que requiere un grande de la Liga para rendir en tres competiciones. Ese fue el Valencia que se vio en Ipurua. Un alma en pena que despertó sólo en los últimos 20 minutos sacudido por la injusticia arbitral.

Jaume acapara la TV

Jaume Domènech fue la única razón seria por la que el Valencia se mantuvo en pie en el campo eibarrés. El triste contexto que atraviesa el equipo, acribillado y superado casi siempre por su rival de turno, ha permitido que el de Almenara sea, semana tras semana, el hombre que acapara los escasos 20 segundos que los telediarios nacionales regalan a los de Mestalla. No hay mal que por bien no venga, dirán algunos. Sin embargo, el Valencia está descubriendo un portero enorme al mismo tiempo que el resto de actores en el campo empequeñecen el escudo a preocupante velocidad. Ayer por la tarde el espectador valencianista tenía sólo dos alternativas: Bostezar y sucumbir a la siesta o volverse loco al ver como el Eibar asumía el papel de grande, atrincherando a los de Neville en su portería gracias a Keko, un rubio con coleta en la derecha que parecía David Beckham, y a un trabajado orden colectivo.

Un poco de orgullo

A pesar de que Nuno ya es parte de la historia, su legado es aún un lastre en el nuevo camino. El Valencia es un equipo en baja forma, joven en exceso y hasta maltratado por los colegiados, pero ninguno de estos parecen argumentos suficientes para disparar tres miserables veces a portería y estar a merced del Eibar, un grupo al hace unos meses lo salvaron de Segunda las deudas del Elche. Como se vio en la recta final, con un hombre menos, todavía queda orgullo en este equipo. Independientemente de cómo y por quién están aquí, más allá de planteamientos conservadores, ha llegado la hora de que los futbolistas demuestren por qué juegan en el Valencia CF. Hombres como Orbán, Cancelo, Abdennour, Barragán, Danilo o De Paul -los dos últimos deambularon por Ipurua- fueron ridiculizados por los chicos de Mendilibar. El Valencia volvió a casa con la Champions a siete puntos, pero feliz con su empate. O sea, feliz con su pequeña ambición.

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