El horno del Valencia no está para bollos. Esa es la verdad, pero en temporadas como esta el sufridor aficionado blanquinegro tiene dos opciones: 1. Continuar atrapado en el pasado, flagelándose al pensar en cada uno de los destrozos que nos dejó el anterior entrenador (he prometido no volver a nombrar más ni la N de su nombre); 2. Mirar hacia delante y subirse a la ola de optimismo -el tiempo dirá si fundamentada o no- que han traído los Neville Brothers, el ayudante Angulo, el reestablecido ´Tiburón´ Negredo y los toques al balón de «ese loco bajito con el que sueña Mestalla», como ha bautizado mi compañero Andrés García al adolescente Fran Villalba, parafraseando al genio Joan Manuel Serrat. La vida está compuesta de las elecciones que día a día vamos tomando. El domingo 20, por ejemplo, nos esperan unas que pueden (o no) cambiar el destino de este país para los próximos cuatro años. Antes, mientras decido en otro rincón de mi saturada cabeza el destino del voto, lo que ya he elegido es cómo encarar lo que nos queda de campaña por Mestalla. Y voto por la segunda de las opciones€ sí, me subo al barco. La calidad de un número suficiente de jugadores me hace creer que las cosas ya no pueden ir peor. Además, pese a ser un novato, Gary, destila buen rollo por donde pasa, algo fundamental en un equipo en el que el amigo de Mendes y su espíritu tenían abducidos a casi todos, cómo él, enfadados con el mundo. La tranquilidad ha vuelto a un vestuario que recupera poco a poco la frescura física y anímica. Este sábado el Valencia está obligado a ganar al Getafe, si no quiere alejarse más aún de la cuarta plaza y dar las Navidades al valencianismo. En plena terapia de confianza por parte de Neville nadie lo dice, pero todos lo saben. El partido es una final. Pero eso ya será mañana, un servidor prefiere ilusionarse antes con el sorteo de octavos de la Copa. Este mediodía voy a estar con la radio pegadita a la oreja deseando que sea el Cádiz el rival del Valencia, así mataríamos unos cuantos pájaros de un tiro. Nos aseguraríamos ver otra vez al exquisito Villalba, pasar a los cuartos sería más facilito y los simpáticos gaditanos podrían viajar por fin a un estadio de Primera después del lío que se armó el Madrid con Cheryshev. En serio, esta Copa me huele bien. A veces en el año menos esperado uno se ve con el título en la mano y hasta con un jugador al que tampoco nadie esperaba. Acuérdense de 2008 y de un tal Mata€ Eso sí, le pediremos también al destino que en la Liga todo sea muy distinto a lo vivido en el año Koeman.

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