El pelo que le queda lo tiene aplastado con un peine de púas finas. Ha salido del apartamento donde está entrenándose sin mirarse al espejo ni ajustarse la camisa por dentro del pantalón, absorto y sin darse importancia. Parece un turista. Sin embargo, es ponerse a hablar y la pausa de sus palabras junto a lo gélido de sus movimientos, alejados de cualquier calurosidad, lo delatan. Es el calculador ´Tolia´, leyenda viva del mundo del deporte.

Pregunta— En los 80 los Karpov-Kasparov eran seguidos en televisión por 13 millones de españoles. ¿Sería necesaria una rivalidad como la suya para revitalizar el ajedrez?

Respuesta—Hay pocos deportes donde un duelo como el Karpov-Kasparov sea tan conocido en todo el planeta. Estamos al nivel de popularidad de Pelé y Maradona. Actualmente los ajedrecistas que son número uno o dos del mundo son muy buenos, pero carecen de un carácter que les permita traspasar la frontera del juego.

P—En los medios se explota su enemistad, ¿le molesta?

R—No. Como seres humanos somos absolutamente distintos y opuestos en cualquier área que pueda haber.

P—¿Habría sido lo mismo su legendaria rivalidad sin aquel primer match tan largo, polémico y al final suspendido?

R—No lo sé. Kasparov llegaba entonces como la joven estrella… Pero yo creo que todo fue consecuencia del gran interés que despertó Bobby Fischer por el ajedrez.

P—¿Qué evoca de ese interminable duelo de seis meses?

R—Hubo dos partidas dignas del libro de oro, pero también cometí uno de mis errores más grandes: acepté jugar en la Unión Soviética. Los organizadores no respetaron las obligaciones y deberes que tenían y debería haberse jugado fuera. Si hubiese insistido en esto la historia del ajedrez habría sido completamente diferente. Está muy claro: yo habría ganado fácilmente.

P—¿Se sintió políticamente utilizado?

R—Sí, sobre todo a partir de la mitad del match.

P—Históricamente sus resultados han sido muy estrechos, pero el claro favorito en las apuestas es Kasparov.

R—Normalmente a partir de los 50 años se juega más despacio. Kasparov tiene 46 y yo 58. Sin embargo, en el último match, hace siete años en Nueva York, gané yo.

P—Han preparado este match de exhibición a conciencia.

R—Si no nos gustase el deporte y la rivalidad haríamos simultáneas y conferencias de prensa y no un match.

P—¿Por qué no quieren verse hasta llegar al tablero?

R—Es una tradición estar en hoteles y sitios separados.

P—Recientemente usted ha salido del top cien mundial.

R—No me importa porque sé que soy capaz de ganar a cualquiera de los cien primeros. La diferencia es que ellos se dedican a tiempo completo al ajedrez y yo no.

P—En Valencia las autoridades no han dado mucha trascendencia al hito de la invención del ajedrez moderno.

R—La gente que está interesada en la historia sí se va a dar cuenta de lo importante que es. El ajedrez es el deporte moderno más antiguo. El primer gran evento en ajedrez fue en 1851, mientras que la Federación Olímpica se creó en 1894 y los primeros Juegos en 1896.

P—Con esa memoria no debería temer a un ordenador.

R—La computadora no tiene nervios, el ajedrecista sí.

P—¿Sigue estando políticamente tan comprometido?

R—Fui miembro del parlamento con Gorbachov, pero ahora estoy más ocupado en programas de caridad.

P—Resulta extraño que no haya hecho carrera política.

R—Me gusta ver resultado en mis actividades y a lo mejor estás toda tu vida haciendo política y nunca lo ves.

P—¿Y qué opina de la oposición de Kasparov a Putin?

R—En Rusia no tiene tanto apoyo como se cree. El apoyo lo tiene sobre todo fuera, aunque está viajando mucho para hacerse un electorado. El problema es que es una pelea entre extrema izquierda y extrema derecha.

P—Rusia se ha movilizado con esta revancha, ¿lo sabía?

R—Sí. Quitando al primer ministro y al presidente seguramente somos los más famosos del país. Yo llevo en los medios 40 años y Kasparov 30. En total, 70 (risas).

P—¿Mejor un Karpov-Kasparov o un Fischer-Spassky?

R—No lo sé. Los dos están en la edad dorada del ajedrez.

P—¿Quién ha sido el mejor ajedrecista de la historia?

R—Es difícil, pero la combinación entre Karpov, Kasparov, Fischer y Spassky puede ordenarla como quiera.

P—¿Qué le dirá a Kasparov antes de jugar en Valencia?

R—Nos daremos la mano, es la tradición del ajedrez.

P—¿Y cenarán o se tomarán algo juntos después?

R—No, no.