Una personalidad tan genial como insoportable tras la que asoman los tentáculos de su madre, una mujer capaz de tirarle a quien sea una silla a la cabeza si no le gusta. Político de nuevo cuño y posiblemente el mejor ajedrecista de la historia: es simplemente Gary Kasparov.

—A Karpov le cuesta devolverle sus descarados guiños.

—Éramos grandes rivales en el tablero y eso hacía que fuera de él la distancia entre nosotros fuese mayor. Pero sin la lucha con Karpov no existiría Kasparov. Él ha sido, sin duda, mi gran maestro. Todos los grandes jugadores lo son por haber tenido precisamente rivales de su nivel o incluso mejores. Sin embargo, considero que nuestras diferencias ya no pueden entenderse de la misma manera que en la época de nuestros enfrentamientos, ya que el contexto es completamente diferente.

—¿Tan agradecido está por su visita en los calabozos?

—Somos rivales y personalidades opuestas, pero fue un gran gesto profesional. Hay rivalidad, pero la entiendo de otra manera. Los medios de comunicación rusos ocultaron esta información. Sin embargo, Karpov, con su visita, trató de que al menos mi retención tuviese mayor repercusión. Por su puesto que agradezco mucho ese gesto.

—¿Qué diferencia hay entre el ajedrecista y el Kasparov político?

—A nivel ajedrecístico peleaba por mi ego, por mis intereses personales. Por vanidad y porque estaba muy metido en la competición. En política no lucho por mí, sino porque las cosas en Rusia vayan a mejor. La situación del país, donde las condiciones de vida han empeorado, exige una participación de más actores políticos. Yo quiero hacer oposición y trabajo para ello, pero es difícil.

—No pierde ocasión para atizar a los medios rusos que, según usted, le censuran.

—Quiero que se sepa internacionalmente lo que ocurre en Rusia. Por ejemplo, a pesar de los esfuerzos de Karpov, no nos han dejado reeditar la revancha en Moscú. Si ni siquiera me dejan jugar allí, ¿qué se puede esperar?. También esperaba por parte de la Federación Rusa que se acordase de una fecha tan señalada como son los 25 años de nuestra primera partida por el título mundial.

—Pese a todo, Karpov dice que en Rusia aún es más conocido como ajedrecista.

—El ajedrez ha sido muy importante en mi vida y debo darle las gracias por haberme hecho quién soy, pero ahora me dedico exclusivamente a la política.

—Cuentan que nunca se ha desenchufado del todo.

—Aún investigo cosas sobre ajedrez porque estoy entrenando a Magnus Carlsen. También juego por Internet. Estos días previos a venir aquí han sido un poco más intensos de lo normal, pero ya no le dedico el mismo tiempo que antes.

—¿Puede Carlsen recoger el testigo de su mito?

—Tiene un enorme futuro. Es como Karpov, muy estratégico. Yo puedo aportarle la táctica que le falta para que sea más completo.

—El ajedrez ha dejado de ser el deporte mediático de su época.

—No me gusta la situación actual del ajedrez en el mundo. La Federación Internacional de Ajedrez no ha sabido sacar provecho de aquella época. Por eso creo que ahora Karpov y yo no podemos ser rivales, sino estar juntos en la lucha por la mejora del mundo del ajedrez.

—Seguro que su regreso a los tableros ayudaría. Los grandes del deporte casi siempre vuelven.

—Me gustaría fomentar que el ajedrez volviera a ser lo que fue en su tiempo, pero no quiero volver, seguro. No hay posible vuelta.

—¿Por qué Valencia para la revancha?

—Me pareció una buena idea celebrar los 25 años de nuestra primera partida por el título mundial. Entre Estados Unidos, Francia o Reino unido o España, la opción de Valencia nos pareció la mejor.

—La cuna del ajedrez moderno.

—Estoy seguro de que el ajedrez se inventó en la Península Ibérica. Respecto a esto, hay un libro muy interesante sobre Valencia que quiero analizar.