El ultranfondista de L'Eliana, Kike Trull, tuvo que abandonar tras 150 kilómetros la carrera más dura y fría del planeta debido a una infección respiratoria, pero un alicantino de 48 años, Joaquín Candel, residente desde hace 25 años en Estados Unidos, logró finalizarla este sábado, once días y medio después de tomar la salida en Whitehorse, Canadá.

Candel completó la Montane Yukon Arctic Ultra, de 430 millas (692 km), en 276 horas y 7 minutos, rozando el podio masculino en cuarto lugar, y sexto entre la docena de 'finishers' dentro de los trece días de máximo que da la organización de una prueba en la que hay que arrastrar un trineo de 30 kilos con todo lo necesario para la supervivencia en clima tan extremo.

Era el primer intento en la distancia reina para Joaquín Candel, que ya hizo las 300 millas (482 km) en 2016, cuando conoció a Kike Trull, al que desea suerte en su próximo intento: «Por su preparación física puede terminar de sobra, incluso llevando su trineo y el mío. Es muy fuerte, pero tiene mala suerte, es duro, pero seguro que lo acabará algún día».

Por su parte, Joaquín Candel, instructor de vuelo nacido en Playa de San Juan, Alicante, donde se escapa siempre que puede desde el desierto de Las Vegas en el que reside por motivos laborales, asegura a SUPER haberse despedido del frío. «Nunca he repetido una carrera. Hice las 300 millas, he hecho las 430, pero es posible que sea buen momento para dejar el frío tras salir intacto con todos los dedos. Me encantó, es una experiencia tremenda, pero no creo que vuelva».

Candel se adentraba por tercera vez en tierras del Yukon, y segunda en esta carrera, en la que fue séptimo hace dos años, y sexto ahora, con 130 millas más. «Es muy diferente y se nota. Durante las primeras 300 millas estás haciendo los deberes, pues el final son palabras mayores, puedes estar uno o dos días entre puntos de control. En estos puedes dormir, comer, descansar y relajarte un poco, y lo mínimo que te dan es agua, que es clave. Aunque llevamos un hornillo, derretir nieve suena muy romántico pero para conseguir un litro hay que fundir mucha y tirarte mucho tiempo».

"Cualquier error puede costarte un dedo, y luego la vida"

«La carrera es tan tensa que cualquier error te puede costar un dedo de la mano o del pie, y luego la vida», explica Candel sobre una aventura a 30 y 40 grados bajo cero, donde «lo más duro es la combinación de la soledad, el frío, y la tensión constante de que cualquier error puede costarte la vida. No va haber nadie para recogerte, te desmayas y es posible que no te despiertes. Tú eres tu cocinero, tu médico, tu terapeuta. Tienes que estar listo para solucionar cualquier problema a 40 bajo cero».

Tiene la fortuna de haber acabado con «tan solo un pequeño rasguño de una máscara en el puente de la nariz, llagas en los pies, y una molestia por un tornillo para el hielo que golpeaba más de la cuenta en una parte del pie». «Te inspeccionan cara, manos y pies en cada punto de control y a la mínima señal de congelación te sacan de la carrera, pues 24 horas después puede empeorar bastante».

Su familia tiene asumido el riesgo y por eso ahora quiere dedicarles todo el tiempo que les ha restado en los últimos meses: «Hay cierto control, les he enseñado que si no lo veo muy claro no arriesgo. Saben que tengo mis prioridades, volver a casa sano y con todos los dedos, y se tranquilizan. Sin su apoyo sería imposible».

Aunque empezó a correr maratones hace una década, lo de bajar marcas no le motivaba tanto como buscar el límite de la distancia, «y así empecé a meterme en los ultras, por ir un poco más lejos». Y aunque resulte paradójico, el flechazo con el frío le llegó en pleno sueño por correr el ultramaratón del Valle de la Muerte, en el sitio más caluroso del mundo.

«Es el patio de mi casa, y soñaba con una invitación pues hay que pasar por un proceso de selección. Necesitaba alguna carrera para impresionar al organizador, y me estrené en una de Minnesota en invierno, arrastrando un trineo, y tras repetir en Wisconsin, me invitaron al Valle de la Muerte. Pero ya había encontrado otro amor que era el frío de Alaska y el Yukon», concluye el alicantino.