La Vuelta 2019 se ha puesto seria con las sanciones que recoge el reglamento de la Unión Ciclista Internacional (UCI) para los corredores que arrojan los restos de envoltorios de las barritas alimenticias o de otros alimentos, así como los bidones que se lanzan en lugares sin público.

En la segunda y tercera etapas, las primeras disputadas en ruta después de la contrarreloj por equipos inicial, tres ciclistas han sido cazados por los comisarios de la carrera y sancionados con 200 francos suizos por tirar basura.

El artículo 2.12.007/8.4 recoge como motivo de sanción el "desechar la basura fuera de las zonas autorizadas" ha sido el que han aplicado por su infracción al belga Sander Armee (Lotto Soudal) y el danés Casper Philip Pedersen (Sunweb) en el transcurso de la segunda etapa con final en Calpe, y el día siguiente en Alicante fue multado el portugués Nuno Matos (Burgos BH) por idéntica razón.

A cada uno de ellos o por defecto a su equipo, como es habitual en las sanciones, se le descontará de los premios 200 CHF (francos suizos), (183 euros) moneda en la que se cobran las sanciones que se aplican en el ciclismo al estar ubicada la UCI en el país helvético.

Este tipo de sanción, que es de suponer en las próximas jornadas irá descendiendo, supera a las que siempre se han considerado más habituales como el abrigo del corredor en un coche. El único sancionado por este motivo hasta el momento ha sido el esloveno Luka Mezgec (Mitchelton Scott) con 200 francos, y con 500 francos (459 euros) a su director deportivo.

En estos primeros compases de la Vuelta resulta llamativo que en la primera etapa el director del Jumbo Visma fue multado con 1.000 francos (919 euros) por obstruir la vía, mientras que un vehículo del Euskadi Murias fue sancionado con 300 francos (275 euros) por conducción temeraria.

Cada una de las etapas en línea tienen habilitada en las grandes vueltas, y también en otras de menor rango se hace, una zona de una cincuentena de metros de distancia con el cartel de "Recogida de residuos" (con la imagen de un cubo de basura abierto) para arrojar todos esos desperdicios que acumulan a lo largo de los kilómetros.

Lo habitual es que en cada etapa haya dos zonas de recogida de residuos, una previa al comienzo a la zona de avituallamiento para deshacerse de lo acumulado en la parte inicial de la jornada. El otro punto se ubica aproximadamente a veinte kilómetros del final de la etapa.

La Vuelta al igual que ya hacía el Tour, no en vano ambas pruebas están acogidas bajo el paraguas de ASO, al que también está sumado el Giro de Italia, ya puso en marcha esta iniciativa para hacer frente a los residuos hace varios años, pero sin llegar a darle el marchamo de oficialidad que ha alcanzando desde que en 2016 se le concedió para hacerlo tal y como se hace en estos momentos.

En los últimos tiempos los ciclistas han ido asumiendo que las constantes imágenes de televisión que les delataban arrojando basura de manera indiscriminada a lo largo del centenar largo de kilómetros de cada jornada no eran de recibo. Lo han asumido y la práctica totalidad de ellos cumplen.

Son una minoría, incluso algunos se atreven a afirmar que "una inmensa minoría", los que no cumplen con este protocolo que fomenta la limpieza de este deporte y generar así la menor contaminación posible.

De hecho ya es habitual ver como aquellos ciclistas que su función acaba incluso unos kilómetros antes de la disputa del esprint o que no van a estar en los puestos cabeceros en un final en alto, lo que hacen es guardarse esos papeles en los bolsillos para tirarlos una vez finalizada la jornada.

No hace tantos años, en los que además la alimentación de los ciclistas no estaba tan medida al milímetro como en la actualidad, lo habitual era ver como los ciclistas vaciaban sus bolsillos en cualquier lugar de la carretera y la cuneta de los alimentos que les habían sobrado (pastelillos, pan de higos, galletas con membrillo o cualquier otro alimento) para aligerarse unos gramos antes de afrontar el desenlace de la etapa del día.

Otra evolución que se ha observado de un tiempo a esta parte es como los bidones con los que los ciclistas habitualmente se hidratan y reponen sales en vez de arrojarlos hacia cualquier sitio, muchas veces, y si la velocidad lo permite, se los entregan a los espectadores que les esperan apostados sobre las cunetas. Si la persona que les espera es un niño todavía recibe de mejor agrado ese pequeño tesoro.

Otros que buscan con ansia estos tesoros son los coleccionistas de objetos vinculados con la práctica del ciclismo, como es el caso, entre otros muchos del aragonés José María Pérez que almacena en una nave todo tipo de maillots, bidones, placas y cualquier cosa relacionada con el deporte de la bicicleta.

Él y otros muchos en numerosos países hacen a lo largo de la temporada miles de kilómetros en busca de esos preciados "trofeos" para engordar sus colecciones, que en ocasiones van cambiando de diseño en función de la importancia y que desde luego cada nuevo año son diferentes.