Más de 2.000 voluntarios colaboran cada año en la organización del Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP. Para muchos de ellos forma ya parte de sus vidas, son una pieza más de un complejo engranaje que ha llevado a València a tener el mejor maratón de España y a ser un firme aspirante a lograr la Etiqueta Platino de la IAAF. Michelle Pilon y Vicente Merino son dos de esos fieles al maratón que este 1 de diciembre volverán a dejarse la piel para que València vuelva a deslumbrar al mundo.

Michelle lleva años cuidando y mimando a los atletas élite durante su estancia en València; Vicente se vuelca con los populares: colaborando en avituallamientos, señalización, y acompañando y ayudando a cruzar la meta a los que llegan casi sin aliento a los últimos metros. Juntos representan el espíritu de una prueba, el Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP que cuida y compagina como ninguno su doble vertiente de ser una carrera élite del máximo nivel internacional pero sin perder su esencia de maratón popular en el que cada uno de los 25.000 participantes es importante.

Michelle es canadiense pero se siente una valenciana más. Llegó hace más de 4 décadas a la capital del Turia, las mismas que cumplirá el Maratón de València en 2020: «Me quedé por amor. Mi marido era tuno, vino a cantar al balcón de la residencia en la que estaba yo pasando un verano... me enamoré y me quedé aquí». Años después llegó su otro gran amor: el maratón: «Mi marido se involucró en Correcaminos, ya que organizaban rutas de senderismo, luego estuvimos colaborando con las pruebas de antidoping». Tras quedarse viuda, Michelle se involucró todavía más en la organización del Maratón: «Paco Borao me pidió que colaborase con ellos porque hablo tres idiomas: español, francés e inglés, así que desde hace unos años mi labor es acompañar a los atletas élite desde que llegan a València hasta que regresan a sus países. Mi misión es que no les falte de nada, atender todas sus necesidades, que se sientan arropados durante su estancia en València», afirma Michelle que en todos estos años ha podido corroborar «la cercanía y humildad de todos los atletas africanos. No son nada exigentes, tienen hábitos muy sencillos. Los más difíciles de manejar son los mánagers. Tengo que estar muy pendiente de las horas de llegada y salida de cada atleta, coordinarme con los chóferes que los recogen, etc.». Cada año la logística se complica: «Es un orgullo ver cómo crece la prueba cada edición pero también cada año es todo más complicado y más exigente. Cada vez tenemos más atletas élite».

Vicente Merino es todo un veterano, un destacado miembro de aquel 'grupo salvaje' que capitaneado por Toni Lastra devoraba kilómetros en los inicios de Correcaminos: «ahora ya somos el grupo miau», bromea Vicente, que tiene 77 años y sigue quedando cada sábado con sus compañeros de entrenamiento de siempre para correr, andar «y almorzar, por supuesto».

Desde hace unos años forma parte del comité de organización de Correcaminos «mi obsesión es que salga todo bien, soy muy meticuloso, hay que cuidar cada detalle», afirma Vicente que ha sido testigo del crecimiento del Maratón de València desde que se celebrase la primera edición en 1981: «es un orgullo ver cómo ha ido evolucionando gracias al trabajo de todos los miembros del club y al apoyo de la Fundación Trinidad Alfonso. Los veteranos comparamos lo que era antes y lo que es ahora y el cambio es radical. Antes corríamos apenas 1.000 y la ciudad vivía de espaldas al maratón. Ahora, es una gran fiesta en la que todos se involucran».

Vicente disfruta ejerciendo de voluntario. Siempre con una sonrisa en el rostro y con ese optimismo y energía que le caracterizan, no deja de animar en todo momento: «me gusta colaborar. En el Maratón suelo estar en el kilómetro 1 y en el 24. Luego me voy también a la meta, al km 42 y ayudo a todos los que llegan ya agotados. Les acompaño y animo dándoles fuerzas para que no se paren». Vicente conoce bien los 42,195 km, distancia que ha completado más de 20 veces: «mi mejor marca, 2:52 la hice en València con 52 años».