A Mari Ángeles Cobes le diagnosticaron un linfoma no Hodgkin, un cáncer de la sangre, en febrero de 2016. Nueve meses después se puso a correr. Fue tras un tratamiento fuerte con quimioterapia que hizo que se le cayera el pelo, y que se prolongó dos años más con otra quimio más suave pero que igualmente le provocaba una bajada de defensas. Pese a todo no ha dejado de correr, siempre escuchando a los médicos y bajo el asesoramiento de su entrenador Francisco Campos Martínez. Hizo la Transilicitana (104 km), la subida al Veleta, unas 40 carreras de 5 y 10 km, algunas con podio en su categoría, además de deiciséis medias maratones y dos maratones, en València en 2018 y el pasado domingo el Maratón de Valencia Trinidad Alfonso, en 3h50 y 3h 57 respectivamente. «Sufrí bastante, a partir del km 25, pero volveré el año que viene», asegura. Su historia es ejemplar entre las muchas que deja una carrera como el maratón.

El objetivo de Mari Ángeles es mostrar la importancia de practicar deporte para sentirse fuerte ante cualquier enfermedad. Para ella esta es una forma «de agarrarse a la vida y luchar siempre, de no hundirse por tener un cáncer». Con cada una de sus carreras pretende sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de donar sangre y médula ósea, así como dar a conocer la labor que está realizando la Asociación para la Lucha contra la Leucemia -ASLEUVAL-. «La asociación da a conocer los cánceres de la sangre que aparte d ella leucemia hay más, y concienciar sobre la donación de médula», comenta a SUPER tras correr una vez más con la camiseta naranja y el lema «Deja huella, dona médula».

«Empecé a correr tras el diagnóstico. Antes salía esporádicamente, pero lo de competir no. Fue a raiz del cáncer que dije, voy a probar. Los médicos dicen que estoy como una cabra. Me gusta y no se me da mal, y eso me motiva más, igual que animar a la gente a donar y a concienciarse. Cada carrera tiene una historia detrás pero yo me siento orgullosa de todas, con cada una y cada trofeo pienso lo mismo. que la vida me ha dado una segunda oportunidad y voy a disfrutarla al máximo». Y es que su cáncer «es crónico», explica, «no tiene cura, y sé que puedo recaer. Preparar un maratón a estos ritmos es bastante exigente, y si vuelvo tengo que ir con la mentalidad de disfrutar y no poner mi cuerpo tan al límite».

Con 36 años le detectaron el cáncer, y ahora, con 40, anima a gente con casos similares a hacer deporte. «Siempre te va a beneficiar, no a hacer daño, y es una válvula de escape, pues cuando corro me olvido de estar enferma, aunque estoy en remisión, mi cuerpo tiene restos de la quimio. Y que la gente se anime a donar médula, que es muy fácil y puede salvar vidas», comenta una corredora que es un ejemplo.