La visita del Real Madrid es un éxito rotundo para un Levante que ha pasado en dos años de las catacumbas a codearse con Cristiano Ronaldo. Y la oportunidad de darse el gustazo de jugar contra un rival que históricamente pocas veces lo ha sido. El Real Madrid es también un termómetro para medir la identidad de una afición: la levantinista, que no es una excepción, tiene ante sí el reto de demostrar la suya. Hubo un tiempo en el que los fondos de Mestalla, como en casa del Espanyol, se agitaban con los goles del Villarroya de turno, algo impensable ahora. Uno de los signos de que el Valencia crecía fue que el Madrid se consolidaba como visitante y cada vez peor enemigo deportivo. Por eso, más allá del resultado, sería del todo esperanzador para el Levante que hoy se llene el campo y que sean habas contadas los que festejen, si es que lo hay, un gol foráneo. Las vidas de Levante y Real Madrid se han cruzado muchas veces, aunque pocas en el campo. Futbolistas que cambiaron de bando desde Antonio Calpe a Pedro León y hasta presidentes de doble militancia como Boluda en el Santiago Bernabéu o el propio Quico Catalán. Una polivalencia forjada en el caso de Quico por lazos familiares incluso recíprocos: Santillana llevaba en el coche una pegatina del Levante y colegas del vestuario se granotizaban en bodas y festejos de los Catalán. Sin embargo, mejor si el espíritu en Orriols hoy es el colchonero de Luis García.