Un punto contra el Atlético de Madrid cuando te acabas de quedar sin Koné y sigues a la espera de refuerzos, en plena construcción y con poco rodaje, está más que bien para empezar. El Levante dio la cara y pese a los peajes que tuvo que pagar se mostró como ese equipo competitivo y duro de digerir que tiene que ser para con sangre, sudor y un repliegue marca de la casa ir haciendo granero en pos de la permanencia. Con todas las circunstancias que lo rodeaban fue, sin duda, un extraordinario modo de arrancar una temporada cómo esta en la que a la espera de conocer cuál será su identidad final hay ya muchísimo en juego. Sin ir más lejos, el próximo jueves en Escocia, el histórico debut europeo y el objetivo de meterse en la liguilla. El único camino es apretar los dientes y confiar tanto en los que están como en ese delantero que falta por fichar y que sin desmerecer a nadie tendrá muchas que decir. El reparto de los últimos ´nueves´ del mercado va a ser clave para medir la solvencia de los candidatos a continuar en Primera y en el caso particular del Levante, que en las dos últimas temporadas ha vivido de dos artilleros que hacían mejores al resto, aún más. Hasta entonces, como declaró Juan Ignacio el viernes, paciencia. Y también confianza, porque si algo tiene adelantado hoy por hoy el equipo es que está demasiado hecho como para que le pillen desprevenido. El proyecto que ayer echó a rodar, y que reunió en las gradas a más de 15.000 personas pese al horario, se merece un crédito ilimitado tanto cuando las cosas pinten feas como cuando en partidos como el del Atleti haya que escoger entre ver el vaso medio lleno o medio vacío. Y, sin duda, un punto de arranque como este es para ser optimistas. Realistas sí, pero también ilusionados.

twitter.com/rafamarin_super