Es curioso que a Quico le pase al revés que a Rubi y que el problema lo tenga con las sensaciones y no con los resultados. Pese a estar marcada por el fantasma de la venta, la Junta General volvió a ser un año más la de los mejores de la historia. Nuevo paseo en barca para el presidente, que salió francamente airoso de las punzadas de un Valentín Serrats cuyo resucitado SAM difícilmente volverá a ser lo que fue.

Estando Quico al frente, el Levante ha pasado de la amenaza de desahucio a su momento más dulce como institución, tal y como confirman los balances. Con ellos en la mano no hay motivos para forzar un cambio en la gestión, más allá de gustos sobre sus dotes de mando. Ni los partidarios ni los detractores de Sarver han sido convincentes explicando porque sí o porqué no, pero a día de hoy no sólo no se vislumbran alternativas mejores sino que sencillamente es que no las hay. Más allá del jardín y de las causas por las que ha perdido magnetismo entre el aficionado de a pie, posiblemente el problema del presidente tenga que ver más con los números que no puede controlar. El equipo sigue en zona de descenso el año que debía ser el del salto de calidad y eso es algo que al final pesa mucho más que si la regeneración de la Fundación es de verdad, que sinceramente va a ser que no. Como dijo Serrats, es sólo «maquillaje».

"No vamos sobrados de nada"El mensaje claro de Cornellà

No es Sarver, sino los jugadores y Rubi los que tienen las riendas del futuro del Levante. En especial el técnico, al que Gabi Salinas, presidente de las peñas, ya lo puso durante la cena de Navidad en la pista de la paradoja de que uno de los momentos de mayor ilusión entre los aficionados coincida con uno de los peores en la clasificación. A Rubi, cuya respuesta de que todo lo que hace es enfocado a ganar, no lo respaldan aún los resultados, pero sí la bandera de fútbol que enarbola, motivo por el que continúa contando con el favor de un levantinismo a la expectativa. El técnico, como el presidente, se merece ese margen de maniobra para comprobar hasta dónde es capaz de llegar con un cambio de estilo que encandila, pese a que tras el 1-1 en Cornellà dejó claro que «es evidente que vamos a sufrir porque no vamos sobrados de nada». Una victoria esta tarde contra el Granada vendría como anillo al dedo para encarar el final de año con mayor confianza.

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