No es la mejor manera de empezar un artículo de opinión, perdonadme, pero voy a incumplir ya una de las dos promesas que me había hecho a mí mismo. En efecto, la de no hacerme el chistoso con el apellido del buen entrenador del Girona. Machín no tiene culpa ninguna de que el Levante esté peor que sus maracas. Sí, lo sé: ¡qué poca gracia!. Pero el partido de ayer, con silbidos en vez de gardenias para el Levante, aún tuvo menos. No hace gracia que el Ciutat se ponga así de borde con lo de Bardhi cuando la mayoría caímos en la cuenta, gracias a la sustitución, de que estaba jugando. Tampoco que el primer golito de un delantero granota en LaLiga, el de un temporero como Ünal de 14 millones el traspaso, se lo perdiesen los prisas que se largaron con 0-2. Y, por no entrar en la virgencita que se le apareció a Chema para evitar la expulsión, todavía menos gracia tiene que se haya abierto la veda para despellejar a Muñiz. Que no digo yo que alguna que otra puya no se la merezca, pero ¿tantas y tan destructivas con un entrenador que cumple lo que dice?

Hay que recuperar la alegría

Empezando por los responsables de la planificación, sobre los que esta semana no pongo nada para al menos cumplir la otra de las dos promesas que me había hecho, este parece uno de esos momentos delicados en los que a cada palo le toca aguantar su vela, apretar los dientes y escuchar con mucho detenimiento las manifestaciones de los futbolistas para averiguar si están o no sacando la patita. Aunque sea poquito, pero sacándola. Tal vez por toda esta acumulación de preocupaciones el propio Muñiz nunca había sonado tan triste en año y medio. Al ofrecer su diagnóstico, sin media sonrisa por cierto, acertó en lo que dijo a la mitad. Después de varias semanas de involución, el míster lleva toda la razón en muchas cosas, en especial en que el problema es de «sensaciones». Pero si no se le pone remedio pronto, y esa es precisamente la parte que se dejó por decir, lo acabará siendo también «de clasificación». Y meterse ahí abajo, con independencia del rival que te toque las maracas, sí que no es ningún chiste. Con la actual media de puntos es casi segura la condena a la zona en la que se habría caído ya de no ser por todas aquellas veces en las que pudiendo salir cruz al final fue cara. El futuro del Levante en Primera División no sólo pasa por apuntalar la plantilla con el salto de calidad que falló en verano. Pasa también, y de manera muy urgente, por recuperar tanto en el campo como fuera de él la alegría que se ha perdido en el vestuario. Y no, este no es un chiste fácil como el de Machín pese a lo torcido que Álex lleva ahora el morro.

Más artículos de opinión de Rafa Marín, aquí.