Tenía que tocarle a Toño, cómo no, que para algo siempre lleva número. Incluso ahora, aunque parezca mentira. En serio, ¿cómo puede ser tan idiota? ¿Con quién narices se junta que ha acabado en la cárcel? ¿Qué compañías se gasta? ¿O es que tiene envidia de Benzema o Semedo y también quería tirar su imagen definitivamente por el retrete?.

Lo primero es la presunción de inocencia, por supuesto, y en ese sentido ojalá sea absuelto, que como explica su abogado no tenga nada que ver con lo que le acusan y que su estancia en prisión. Pero es un hecho, pese a haber mantenido la titularidad en el equipo y firmado un nuevo contrato superior al millón de euros, que el escarmiento del positivo por alcoholemia se lo ha pasado por el arco del triunfo. Y eso, desde luego, es un problema gordísimo.

Primero para él, que ha pasado la noche entre rejas. Después para el equipo, al que se le acumulan las vías de fuga, y especialmente para Paco López, un entrenador que más de lo que le dijo a él y a algún otro en el vestuario antes del partido en el que se lo cargó del once ya no puede decirle. Y por último y sobre todo para el club, que a la postre anunció su renovación con toda la desgracia del mundo el día que la policía fue a interrogarlo y en vísperas de su declaración ante el juez. El levantinismo, que encima anda lamiéndose todavía las heridas del caso Jason, no se merece esto. Una lástima.