Mal va Rubiales si el gran mérito de su hoja de servicios al frente de la Federación sigue siendo, a estas alturas, el despido de Lopetegui. Y eso que, tal y como el tiempo ha demostrado, el gran beneficiado de aquella gestión no fue otro que Florentino, al que entonces ahorró el trago de presentar a un técnico que antes de la Eurocopa ya olía a fracaso y al que ahora ha puesto en la lista, porque sí, de una fiesta a la que no estaba invitado. Se lo tiene que mirar el heredero de Villar eso de decir una cosa y luego hacer lo que le rota, algo que por otra parte no es un modus operandi que sorprenda a quienes más de cerca lo conocen. Es, salvando los 10 años de distancia, como cuando los periodistas que habíamos informado de sus penurias nos sentimos estafados con el acto en el que los exjugadores del Levante UD pasaron de llorar los impagos por los rincones a regalarle un coche de alta gama por los servicios prestados. De aquel BMW descapotable hemos pasado a Arabia Saudí, a la reconversión de la Supercopa en el 'Torneo Rubiales', a que un gesto tan de justicia como devolverle a Luis Enrique el cargo que querían usurparle se convierta en un sainete, a la primera huelga en la historia del fútbol femenino y a los clubes que, como debería hacer el Valencia CF si sigue ciscándose en él, le dan la espalda.

El plan después del plan

La credibilidad va necesariamente de la mano tanto de la coherencia como de la responsabilidad y esto vale tanto para los gestores del fútbol español, donde es Tebas quien tiene la mala fama, como para los del Valencia CF, a los que ahora toca cardar la lana en la ejecución de un plan que no es ni bueno ni malo. Sencillamente es que no lo tienen, lo que no ha quitado para que arrasasen el que había. A la espera de que Celades cuaje y crezca, algo para lo que por fortuna últimamente no lleva mal camino y que seguro que le ayudará a convencerse de la necesidad de afilar su pose como portavoz de la institución, donde se la juega el club es en que el equipo vaya a más, en que los objetivos sean siempre ambiciosos y en que la plantilla cada año mejore a la anterior. Más allá del modelo, si Lim y quien quiera que sea su señor Lobo consiguen que Soler y Ferran renueven, que no se repitan antiguas fugas de talento, que los buenos nunca dejen de querer venir y que lo primero sea el fútbol, entonces no habrá peligro de acabar haciéndose un Rubiales.

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