De repente todo invita a la duda en el Valencia, arrastrado por la inercia negativa de sus últimos tres partidos, cada uno peor que el anterior: Valladolid, Real Madrid y Mallorca. Nada hacía pensar que el equipo sólido que ganó en Amsterdam, el que este domingo se habría quedado a un punto de la Champions con una victoria, se transformaría en un mar de dudas. En un guiñapo bajo la lluvia de Son Moix.

La caída en picado a todos los niveles (juego, actitud y resultados) es la confirmación de que el Valencia se ha quedado clavado. De que Celades, que ha sabido lidiar con todas las lesiones menos con la de Rodrigo, tiene que volver a dar con la tecla. Cuando vienen mal dadas todo parece peor de lo que es: el sistema, el estilo, los porteros, la defensa, la actitud, el juego y hasta la energía. En el ambiente crece la sensación de que el equipo se desploma y lo negativo ya se sabe que contamina.

El Valencia ha salido de peores y esta vez no tiene que ser diferente. No es momento para dudar, pero sí para preocuparse. Y, sobre todo, para tomar medidas.

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