Dentro del abanico de medidas que sí están en su mano, el Valencia decidió ayer la cancelación de la rueda de prensa de Celades y del homenaje a Villa por el riesgo potencial de contagio del dichoso Coronavirus. Sin embargo, como la potestad del club no es infinita, las puertas de Mestalla estarán hoy abiertas para todo quisqui, así que habrá que confiar en que los aficionados en situación de riesgo tengan el sentido común que en la gestión de esta crisis sanitaria está faltándole a las autoridades. Y es que la frontera entre la buena voluntad, la esquizofrenia y el ridículo se ha vuelto muy estrecha. No sólo aquí, sino en todo el mundo, aunque València es estos días epicentro nacional tanto de la enfermedad como del espectáculo, una opereta sin término medio entre los que se lo toman a broma, los que lo hacen demasiado en serio, los que por el camino van haciendo negocio y los que no se enteran de nada. Entre los últimos ocupa un lugar de privilegio la subdirectora general de Epidemiología de la Generalitat, la señora Hermelinda Vanaclocha, a la que es de suponer que no le habrá empezado a gustar el fútbol de un día para otro. Basta con que sepa lo que a partir de las 16:00 hay en juego, también para sus intereses.

Poco o nada, por contra, pueden hacer Celades y los futbolistas respecto al Coronavirus, aunque lo que se les exige a ellos no son medidas de tipo profiláctico sino futbolístico, sobre todo para que la epidemia de despropósitos no se nos meta en casa. El título de Copa del Centenario, cuyo lustre empezando por las coartadas de Marcelino se ha usado a estas alturas para todo, ya no da para más. El pasado hay que honrarlo pero el presente pasa por las derrotas contra la Atalanta y la Real Sociedad, dos goleadas que han dinamitado el crédito de un proyecto que se tambalea desde el cambio de año y del que lo único que queda en pie es su entereza como local. Al menos en lo deportivo, Mestalla sí que debe ponerse sí o sí bajo cuarentena. Es el último bastión que queda, ahora que todavía se está a tiempo, para revertir la inercia de una temporada cuyo final puede convertirse en un suplicio si no se corrige a tiempo.

Tras una semana de cenas y conjuras, la realidad es que el Valencia se enfrenta a una serie de intangibles contra los que a plazo corto no puede hacer nada, de la plaga de lesiones a la falta de centrales, pero también a otros que sí dependen de él: los que están en los pies y el corazón de los futbolistas y los que se dirimen en la cabeza de Celades, al que igual que a todos los demás no solo hay que exigirle que tome medidas sino que sirvan para algo.

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