El gol robado a Rodrigo confirma que el VAR es un fracaso pero por desgracia no explica la derrota de un Valencia sin el cuajo, el fútbol ni la fortaleza mental suficientes como para aventurar que el resultado habría sido distinto, al menos tal y como enfiló el partido desde ese contrapie con el que históricamente hay que contar cuando juegas contra el Real Madrid. Son muchos los pequeños y grandes detalles en los que se adivina la desesperanza en torno al equipo de Albert Celades, un sentimiento perfectamente extrapolable a la sensación de fatiga y hasta de peligrosa indiferencia con los bandazos de un club cada vez más alejado de su gente.

La dura realidad: ni personalidad ni arquitectura

El Valencia, que por fin lo había recuperado, se ha quedado de nuevo sin trazo. Vuelve a faltarle personalidad y arquitectura tanto en el campo como en los despachos, lo que más le había costado. Y ante esa deficiencia no hay decálogo ni demanda contra la Federación capaz de desviar la atención. La dura realidad es que la Champions está en arameo y que por deméritos propios a este paso igual va a ponerse Europa. Pasada la tregua del periodo de pandemia, la sensación de desplome vuelve a ser tan absoluta que ya ni una cadena de improbables buenos resultados valdrían por sí solos para cimentar la reconstrucción que necesita el actual proyecto (si es que lo hay).

Peter Lim por acción u omisión

Sin necesidad de tirar de lupa, desde los despachos hasta el césped en cada rincón se ve un despropósito. Es tan de dominio público lo que ocurre que no hay arreglos que valgan de cara a la galería. Sobran declaraciones vacías, gestos feos que salen espontáneamente de dentro y mensajes sin filtro en redes que hablan entre líneas de desunión y falta de liderazgo, un problema más allá de las idas y venidas de Celades. La reputación del equipo que empezó a despegar con la Copa definitivamente se ha ido al garete y futbolistas de presente y futuro parecen ahora muebles amortizados del pasado. Peter Lim ha dado sobradas muestras por acción u omisión de que no sabe de fútbol pero estará al tanto de que sus activos valen menos que hace un año y no sólo por culpa de la crisis del coronavirus.

Planificación infumable

El diseño de la plantilla, sin recambios ni rotaciones razonables en los puestos primordiales, es del todo infumable. Es más, a menos que alguien haya tenido los santos bemoles de decírselo, seguro que desde la distancia Lim desconoce hasta qué punto con la actual situación salen ganando los que ya no están. Cada derrota, cada incendio y hasta cada gol robado ante el que la única voz autorizada en público es la de Arias se convierte en una victoria para Mateu Alemany y Marcelino. El paso del tiempo continúa haciéndolos mejores de lo que fueron.

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