En su primera y engañosa versión como técnico del Valencia CF, Celades se ganó el beneficio de la duda por la facultad, reminiscencia de su época como insípido centrocampista de calidad, para gestionar con naturalidad y sin que se le alterara el pulso situaciones de enorme complejidad como las que se produjeron en los días posteriores a que Lim desventase su proyecto. Sin embargo, el paso de los meses ha puesto en evidencia su manifiesta incapacidad para conquistar un terreno que ni le pertenecía ni ha acertado nunca a colonizar con una política propia. Las señales de estrés se han ido adueñando, por este orden, primero de su rostro, más tarde de sus planteamientos y por último de sus desquiciadas palabras, un síntoma inequívoco de haber llegado a su horizonte de sucesos.

En cualquier grupo de egos disparados, no sólo en el mundo del fútbol, los cobardes atacan cuando ven el momento oportuno para lanzarse a la yugular de su víctima sin sufrir castigos y en este sentido lo ocurrido con determinados diosecillos y sus desplantes es la consecuencia natural de una temporada en la que, tal y como vaticinó Marcelino antes de rebosar la paciencia del dueño, el equipo ha ido como los cangrejos. El poder desgasta, sobre todo cuando se ejerce sin tenerlo, y esa ha sido la condena de un Celades al que se la ha ido poniendo cara de Neville a base de decepciones y envenenados susurros a la oreja.

Con todos los cañones apuntando al desengaño del VAR, los tiros que amenazaban con desangrarlo le estaban llegando al club efectivamente desde su propio bando, ya fuese por acción de los frustrados como por omisión de los que deberían haber salido en auxilio del entrenador, desde el presidente que lo llamó funcionario al director deportivo que ha violado una de las leyes más sagradas que existen en este negocio: para desautorizar al técnico, mejor destituirlo.

Un trapecista sin red

A falta de ponerle fecha, Celades está fuera. Pero la situación de crisis total en la que se ha metido el club va mucho más allá del banquillo. Exige una profunda catarsis a todos los niveles empezando por la falta de autoridad en los liderazgos del equipo y acabando por la despersonalización de una entidad sin certezas a las que agarrarse en un momento como este de desespero e incertidumbre, sin Champions y con el premio menor de Europa mucho más lejos en lo anímico que en lo clasificatorio. Lim se lo guisó y Lim tiene ahora que comerse el marrón de haber desvirtuado la gestión y planificación de su propia empresa. Sin modelo, el Valencia es un trapecista sin red.

El círculo se cierra de nuevo en soledad

Celades se estrenó en el Valencia compareciendo en solitario en las ruedas de prensa de la Champions por el plante de los jugadores como protesta al despido de Marcelino. Nueve meses después, el míster está más solo que nunca. El vestuario le ha dado la espalda y tampoco desde el club lo han respaldado apenas en público. Habría que remontarse muy atrás, casi a aquellos primeros tiempos, para encontrar imágenes en las que se le vea arropado por el presidente. Que no ha estado a la altura, sí. Que no ha tenido ayuda, también.

Otras opiniones de Rafa Marín