En un verano catastrófico en el que se han juntado los muertos y contagios de la pandemia con el temblor en los cimientos de una todopoderosa institución como el Valencia, las noticias se diluyen y hasta las dudas acaban por relativizarse con optimismo y cierta benevolencia. Así que ante la imposibilidad de hacerlo en el pie de los fichajes, los primeros partidos de la pretemporada han puesto el foco en la mano del entrenador, un clavo ardiendo al que agarrarse en tiempos de incertidumbre.

Con una receta tan simple como efectiva, Javi Gracia es en este momento la válvula de seguridad de un club que sigue en plena combustión. Y es que los niveles de hostilidad ambiental no bajan, tal y como evidencia la histórica recusación al presidente desde las peñas. Meriton (Peter Lim) se ha ganado a pulso que todo le pare mal y de hecho así seguirá siendo posiblemente por los restos, incluso aunque a Murthy le diese por obrar un improbable milagro. Sin embargo, a diferencia de los dueños de las acciones, el entrenador concita altas dosis de comprensión y esperanza. Sobre todo por cómo se ha adaptado a la situación.

Mientras que los del club se tambalean, los cimientos del equipo que está edificando se sostienen en una base sólida en la que los futbolistas aparecen igualados por abajo en base a la solidaridad y el esfuerzo físico. Un embrionario Valencia que comportándose como un colectivo ha superado los tragos contra el Villarreal y el Levante, para más inri en días consecutivos. Dos envites envenenados que a la postre se han resuelto con una victoria de los mayores y un empate del Mestalla, un grupito de imberbes al que Gracia recurrió para cumplir el expediente y de paso dejar a las claras hasta qué punto se protegió del riesgo de sonrojo a manos de Parejo y Coquelin.

Una 'víctima' reforzada

A expensas del ilusionante recorrido de Gayá como capitán, de otros candidatos individuales que como el de Pedreguer levanten la mano y de mayores dosis de calidad para coger vuelo, resulta de lo más curioso que los amistosos trampa haya salido reforzado quien se presumía como víctima. Lo ocurrido no es ninguna catástrofe para groguets y granotas, dos balsas de aceite en comparación, pero tampoco para estar contentos. Emery volvió a dejarse remontar y de los de Paco López, pese a las bajas y el puñetero esguince de Roger, se esperaba mucho más, en especial porque con la salvedad del centro de la defensa el once de los esta vez blanquinegros no era el del filial sino que bien habría pasado por el de gala.