De las jugosas lecturas que dejó el raje de Javi Gracia en vísperas del Derbi hay una que ha pasado muy desapercibida. Y eso que su influencia tanto en el antes como el durante y por descontado el después del partido no ha sido poca cosa. Además de provocar la reunión de ayer con Anil Murthy para hablar de los fichajes que van a seguir sin llegar si no son regalos, el entrenador se protegió ante la probabilidad real de un inicio funesto, mucho peor con un gol en contra a los 30 segundos que en la peor de sus previsiones. Pero al mismo tiempo liberó a su equipo de una presión que le traspasó toda enterita a su rival. Fue él, nadie más, el que alimentó el monstruo, como si fueran muchos los favoritos en Mestalla por en ruinas que esté el Valencia.

El anhelo de aprovechar la coyuntura se convirtió en ahogo para los granotas, en especial a raíz del enésimo tiro en el pie que fue el 3-2, el gol de la remontada tras echar por la borda incontables situaciones. Tantas y tan buenas como para haber llegado al descanso incluso con una goleada a favor. Está claro que Gracia solo lleva una jornada, que es pronto, que tampoco será oro todo lo que reluce y que lo prudente es esperar. Pero como carta de presentación no está nada mal haberse quitado de encima el sambenito de funcionario, ganar el primer día con un equipo de circunstancias y meter una bomba en un vecino que con la cubierta del estadio no para de tocar los morros.

Y es que, más allá del desengaño, el Levante es desde el domingo un club inquieto en el que lo relevante no está en que Paco López sea víctima otra vez de tuiteros despiadados sino en las continuas subidas y bajadas que el equipo experimenta a lo largo de los partidos y las jornadas. Montañas rusas de las que todo el mundo se contagia. No pasará de la simple anécdota, pero es sintomático que hasta el propio presidente, enfadado como todos, se marchase la otra noche como quien dice sin despedirse.

El sueño de Borja Mayoral

Gracia quiere fichajes y los pide porque no le traen nada; Paco calla porque no puede quejarse, pero también los necesita, el que más un delantero que en sus sueños sigue siendo Mayoral. Lo que ocurre es que así como los vivos y los muertos saben que ahora mismo el Valencia no quiere ni puede, pocos asumen que el Levante quiere pero no puede. Su fair-play tampoco da para más, hay transferibles con los que no hay manera y quedan fichas como la de Malsa por tramitar. La apuesta de Gracia, al que todo le para bien, es por cumplir objetivos a la altura del Valencia. La de Paco, al que todo le para mal, no ser paradójicamente rehén de las expectativas que su trabajo ha generado en el Levante.

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