La crisis del Valencia sigue una curva que ni la peor del coronavirus. A las primeras señales de desasosiego que dejó el mercado le siguieron las fricciones internas y las divergencias públicas de Javi Gracia frente a la desidia de Peter Lim y su cuadrilla, especialistas en destrozar lo que tocan. Desde entonces se han sucedido los problemas y el estreñimiento del plazo de fichajes no ha hecho más que elevar el olor a fétido de todo aquello que se gestiona vía Singapur. Es tan galopante la crisis como nula la credibilidad de lo que simplemente huela a Lim, al que el entrenador ya ha demostrado que no tiene ningún miedo. A salvo de una pañolada detrás de otra y ajeno al hervidero social que es hoy la parte valencianista de la ciudad, que Gracia abandone es lo que le falta al propietario para que su condición de apestado siga por el resto de los días. De aquí a la eternidad.

Resulta complicado pronosticar el desenlace porque ahora mismo puede ocurrir cualquier cosa. Mala, por cierto. Los pesos pesados le pidieron ayer que no haga ninguna tontería y para eso mejores pastillas de freno que las del vestuario es imposible. Pero tan cierto como que nadie avisa de su dimisión es que la presencia en València de su agente indica que tampoco estamos ante un farol. Gracia sabía donde se metía pero no pensaba que el ninguneo llegaría a estos extremos. Y lo que es peor, en las actuales circunstancias tiene muchas, muchas, muchas dudas sobre si será capaz de salir adelante. Eso es realmente lo que le atormenta. Si se ve fuerte, seguirá y le apoyaremos. Y si no, se marchará, lo más digno que podría hacer. La solución pasa por su cabeza y la tendrá tomada. Porque lo que nadie en su sano juicio puede esperar es que los mismos que le han engañado ahora le convenzan para que se quede. No sería creíble ni una salida airosa. Pobre Valencia.

Malabarismos en Orriols

No es lo mismo, pero pobre Levante también. El club se ha quedado sin un relevo para Mayoral y encima se come con patatas a Hernani y Sergio León, un boquete de cinco millones en el fair-play. Pese al éxito de mantener a Campaña van tres mercados seguidos pagando los excesos de la borrachera de aquellos días de traspasos y renovaciones post-Lerma, una época bien distinta a esta de malabarismos en la que los últimos siete fichajes han llegado por poco más de cuatro kilos y amortizaciones en ningún caso superiores al millón anual. No ha sido un mercado para tirar cohetes, pero sí la demostración de que está muy claro que el camino pasa por seguir consolidando el crecimiento de manera fiable y sostenida.

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