Además de desviar la atención del verdadero culpable, la realidad es que cargar las tintas solo contra Murthy, solo contra Kondogbia o solo contra los dos a la vez es apuntar a la luna y mirarse el dedo. Por desgracia no se atisba la caída, pero la decadencia del régimen de Lim es absoluta. Una consecuencia directa e irreversible de la peor gobernanza que Mestalla haya conocido, sin parangón en cuanto a niveles de incompetencia. Como en las repúblicas bananeras, el deterioro aparece por doquier cuando el poder se concentra en un mando único y la excelencia brilla por su ausencia entre aquellos que lo rodean. Es así como se desatan crisis sistémicas como la actual del Valencia. Es galopante cómo le afecta a todos los niveles: deportivo, económico, social, político y hasta ético o moral. Nadie quiere mentar la bicha que se vislumbra en el horizonte, pero va a ser una temporada muy, muy larga... Una en la que Lim apartará a Murthy porque las señales son inconfundibles. Pero una también en la que no será suficiente con eso.

La raíz del mal llega a lo más hondo. Está en una base estrecha hasta la asfixia, allí donde se liquidó la capacidad ejecutiva de un club carente de cargos con especialización y representatividad. Un búnker tan ridículo como raquítico. Tal vez sea cierto cuando se especula con la venta que todo pasa por ahí o por algo que al menos se le parezca. Pero cualquier remedio antes o después tiene que partir de que el Valencia vuelva a estar en manos de profesionales. Cada día que pasa sin ellos se hace más imparable la carrera hacia la perdición. El Valencia es un bólido imposible de detener si ningún piloto sabe dónde están los pedales. Ni siquiera el del freno.

La base de la coherencia

Dar con una buena dirección no es fácil y eso lo tiene claro el Levante, donde hay un presidente que sabe de fútbol e interviene pero con profesionales de alto nivel en todas las áreas. Los resultados no caen del cielo y ahí están los granotas haciéndose grandes entre los pequeños. Por cierto. Ha dicho Quico que «todos sabemos» porqué no se renovó a Tito, aunque el exdirector deportivo continúa declarando que él no. Públicamente nunca se habló en detalle de las hostilidades internas en su parcela más allá de Helguera, la puntilla a las dudas sobre un estilo de trabajo que ya no soportaba ni el papel. Hoy el presidente insiste en que es el club quien marcará los tiempos. Pero lo que sí sabemos todos es que la coherencia pasa por la renovación del staff, avalado por los resultados deportivos y económicos y la opinión de profesionales como Paco López y él mismo.