Además de por sus lamentables decisiones, si por algo se había caracterizado Peter Lim era por la compraventa de futbolistas. Sin embargo, es evidente que ha habido un antes y un después y que ahora tiene otro plan. ¿Cuál?. Hay quien no descarta que ni él lo sepa. A tres de noviembre, la sinvergonzada de Kondogbia y la enésima chapuza gestionando su traspaso fue ayer el epílogo de un mercado de verano sin precedentes. En nada empieza el de invierno y de lo que se habla en los mentideros es de lo feliz que está el City con Ferran y de que Kang In no renueva.

Cuesta tanto explicarse lo que está ocurriendo que la ciudad es un hervidero de teorías sobre qué intenciones se esconden detrás de un balance con 70 millones de ingresos, 50 de ahorro en fichas y cero de gasto en fichajes. Como consecuencia de la prudencia extrema de LaLiga con el límite salarial, el fútbol español se ha visto más afectado que ningún otro por el Covid. El Valencia fue el primer club en hacerlo y a la postre el que más pero no es el único que ha regalado jugadores. Aunque le vino bien, también fue pionero con las medidas de distancia social antes de la primera oleada.

Entre las poquitas personas con hilo directo, en especial las relacionadas con sus negocios sanitarios, es mayoritaria la opinión de que Lim está avisando de que lo peor del virus no ha pasado. En vistas del toque de queda y el nuevo estado de alarma que se cierne sobre nosotros, en esto no parece desencaminado. De acuerdo con esta teoría, su lógica para los recortes se basa en obtener una ventaja competitiva respecto al resto de clubes en el caso de que la competición se vuelva a paralizar, que los ingresos de televisión fallen, que los de taquilla no se recuperen y los del mercado tampoco. Lo que pasa es que el Valencia es un club de fútbol y sin proyecto deportivo cualquier plan financiero es una temeridad. Al haber antepuesto la seguridad económica al potencial deportivo se ha rebajado peligrosamente cualquier expectativa.

Podría haberlo hecho, pero Lim no ha preparado una transición con recambios de menor coste y se ha equivocado con la elección de Javi Gracia, al que para colmo ha engañado con lo fácil que habría sido avisarle de lo que había. El cóctel de todo este sinsentido es una plantilla mejor de lo que se dice pero cogida con pinzas, ocho puntos de 24 y un entrenador que puede permitirse días de cables cruzados porque salvo cataclismo se sabe blindado. Por eso lo importante contra el Getafe no fue un resultado menor sino el paso al frente de los jugadores que reivindicó Gayá. De ellos dependerá que el Valencia no se contagie.

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