Hubo un tiempo en el que aliviaba la ausencia de fútbol porque cada partido era puro drama. Sin embargo, después del 4-1 al Real Madrid, en este parón ha sido otro cantar. El paso de los días ha apartado del foco a los jugadores que protagonizaron la noche más feliz del Valencia en muchos meses. Con la honrosa excepción de Gayà en la Roja, el terreno lo han reconquistado sin balones redondos de por medio los que apostarían a que son cuadrados. Ya estamos otra vez con las paridas de Murthy y el Batzine. Del baúl de los recuerdos, como si fuese el honorable Martín Queralt quien tuviese la llave, se ha rescatado a Llorente y García Roig. Se ha reabierto, normal, la herida de Ferran. Por desempolvar a ilustres hasta ha salido Salvo, aunque a lo que hizo no se le puede llamar hablar (tampoco romper un contrato de confidencialidad si es que lo tiene firmado). Faltaba Marcelino, que reapareció no en un banquillo ni tampoco para aportar nada nuevo.

Con permiso de lo que Javi Gracia pueda dar de sí, declaró el último buen entrenador que ha habido en Mestalla que considera su obra «inacabada» y que porqué no volver algún día. Sería osado decir que su tiempo, como en el de los otros, también ha pasado. Pero aun así estaremos de acuerdo en que para lo que ocurrió ya no hay remedio y que con quien sea que esté al frente, incluso si continúa siendo Lim, la receta no es caminar como los cangrejos. Es a Confucio a quien se le atribuye la frase de que quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo y sí, parece que no aprendemos. En lugar de mirar adelante seguimos hacia atrás. Por eso luego pasa lo que pasa. Tan compatible es buscar soluciones a la nefasta gestión como preparar el futuro con los jugadores que han pedido la alternativa. Una cosa es afear con razones a la propiedad y otra distinta diluir al equipo. Lo ha dicho Soler, el autor del último triplete: «Tenemos nivel para que no se hable de la permanencia».

Los pies en el suelo

De la permanencia tiene que hablar el Levante. Y no de Marcelino. Sí, Marcelino. El apoyo a Paco López del vestuario, el área deportiva y la directiva es total. Pero eso no quita para que la preocupación le nuble la vista a algunos. No hay mejor técnico para el Levante que el que tenemos. Y si algún día hay que cambiar, ojalá muy tarde o nunca, el inquilino del banquillo tendrá que ser alguien con un caché que el club pueda permitirse. Que se lo digan al Celta. Si algo quedó claro en el Consejo es que el límite salarial está como está. Menos mal, como dice Paco, que el fair-play no juega.

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