Normalmente las personas sobreestiman lo que pueden conseguir en un año pero subestiman qué son capaces de hacer en diez. No es el caso de un Anil Murthy que se ha puesto todas las medallas menos la que realmente le corresponde por haber destrozado a las órdenes de Peter Lim un proyecto campeón en cuestión de meses. Lo suyo, desde luego, solo se explica desde la provocación. Nadie se atreve a plantear cómo será el futuro la semana que viene y va él y se lanza un triple de los que no tocan aro hablando de 2030. A saber qué habrá pasado de aquí a una década. Eso sí, confiamos por su bien en que el Valencia tenga para entonces otro presidente. El tiempo es el único que puede con lo que parece inamovible y se trata de un plazo más que suficiente para provocar cambios. (Puedes leer otros artículos de Rafa Marín aquí).

Roma no se construyó en un día, aunque seguramente tampoco tardaron tanto como con el nuevo estadio. Y es que solo pensar en lo que Lim, Murthy, Meriton y compañía pueden destruir a largo plazo es para echarse a temblar después de haber visto su obra a medio y corto. De hecho, tratándose de la mayor transacción del fútbol mundial, lo que sorprende es que Murthy haya dicho que dentro de diez años ganará LaLiga y no la Champions. ¡Qué demonios, el título aún es posible y la próxima temporada a por la Orejona!

Son tantas las tonterías que hay que aguantarles que ellos mismos son los culpables de que se ponga en solfa todo lo que hacen, incluso lo que no tiene porqué ser malo. Del proyecto de cantera habría poco que objetar si se hubiese planificado. Si Ferran Torres continuase aquí, si Kang In no pareciese próximo a no estarlo o si con Yunus hubiese calma... Un grande como el Valencia debe destacar por sus fichajes, no por sus ventas. Y a todo esto se siguen pensando si reforzar la Academia, lo cual da idea de hasta qué punto Anil no es que viva en otra década sino en otro mundo.

Ojito Levante

Si tiras una pequeña bola de nieve por una montaña nevada, al principio irá cogiendo pequeñas virutas y crecerá poco a poco. A media ladera ya tendrá el tamaño de un puño e irá cogiendo más velocidad. Al final de la pendiente se habrá convertido en una gran bola capaz de tumbar a una persona o incluso a varias dependiendo del tamaño que haya alcanzado. Es cierto que al principio a la bola le cuesta mucho capturar la nieve que se encuentra en su camino, pero conforme va creciendo de tamaño aumenta de manera enorme su capacidad para acaparar trozos enteros de nieve. Ojito Levante que no crezca más.