La prueba del delito

Se acaba el mercado y queda una única esperanza

La prueba del delito

La prueba del delito

Rafa Marín

Rafa Marín

Además de otro paso atrás, el último partido del Valencia fue un compendio de los problemas estructurales que lo mantienen a un desliz del descenso. No hay foto más cruel que la de la clasificación, donde hay que tirar hacia abajo para encontrarlo al final de la primera vuelta con cuatro victorias, de ellas solo dos ante rivales directos (Valladolid y Levante). Son resultados tan lamentables que están por encima de cualquier circunstancia puntual, ya sean arbitrajes ruines, remates al muñeco, expulsiones innecesarias o planteamientos erróneos. Respecto a esto último, que Javi Gracia no gastase los cambios también es sintomático de los defectos de base. Aunque se quedase sin salir Manu Vallejo, antes que por los suplentes habría que empezar por los titulares, en especial si se trata de delanteros que parecen haber olvidado que lo son, algo imperdonable en el caso de uno tan excepcional como es Maxi. Sobran tantas coartadas alrededor del club que nadie ha reparado en lo peligroso de tolerar que el único objetivo sea salvarse, un discurso que ha arraigado en base al consuelo de ver la piña de antes y después de los partidos. Bienvenido sea ese sentimiento de cohesión que en el deporte es fundamental, pero que conste que contra rivales de Primera de 19 veces no ha servido en 15. En los momentos críticos deberían aflorar mejores recursos.

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El mercado, sin milagros encima

Sin milagros de mercado a la vista, la esperanza que queda es que al Valencia se le vuelva la piel lo suficientemente dura como para salir a flote con independencia de si juega mal o peor, que con excepciones como la de Valladolid es casi siempre. Que la plantilla tiene fuertes carencias es tan cierto como estéril recordarlo cuando todo continúa en manos de alguien como Murthy, un parvulito del fútbol. Por más cosas que Corona proponga todo apunta a que habrá que apañarse con Piccini, una bala con la que Wass se liberará a costa de que a las alas de Thierry les pase lo que a su pelo.

El entrenador dentro de la ecuación

El Valencia está en manos de sus jugadores y de un Gracia al que es imposible sacar de la ecuación. Pocas veces un entrenador ha dilapidado tan rápido el apoyo del entorno, desde el primer minuto concentrado en la incompetencia de la propiedad como causante de todos los males. Pero tan cierto es que Gracia no es el responsable de lo que ha heredado ni de lo que le ha venido impuesto como que no ha conseguido mejorar prácticamente nada. Aunque hay que reconocerle el empeño en darle vueltas y su propósito de enmienda, salta a la vista que el equipo tiende a jugar siempre de la misma manera. Hay que cambiar.