El sorpasso y la destitución de Javi Gracia

Nadie puede acusarle de deslealtad, pero en la manera de proceder del entrenador todo es un continuo desafío

El sorpasso y la destitución de Javi Gracia

El sorpasso y la destitución de Javi Gracia

Rafa Marín

Rafa Marín

En su excepcional carrera, el Levante mantiene una velocidad imparable a raíz del todo o nada en Valladolid de finales de noviembre, la base desde entonces de un compromiso a prueba de bombas. Gracias al respaldo a una idea, el éxito ha tenido vuelo con el método de Paco López, los goles de Morales y Roger, las asistencias de De Frutos, el descubrimiento de Dani Cárdenas y el granito más o menos grande de todos y cada uno de los que componen la plantilla.

El hilo granota es evidentemente Paco, en especial el del estilo y la gestión, esas rotaciones que le han salido redondas y que son capitales en un contexto como el actual. Sin embargo, tan decisiva como la mano del cuerpo técnico ha sido la importancia de la dirección deportiva, cuyo trabajo va más allá de haber fichado muy bueno, muy bonito y muy barato. Contar con una estructura fuerte en todas las áreas es una de las bendiciones del club que gobierna Quico Catalán, una institución en la que ser valenciano y de la casa es un plus, no al contrario.

Manos a la obra ya con las líneas maestras del proyecto de las próximas temporadas, pese a la realidad económica y marrones tan difíciles de digerir como el que vendrá con Campaña, a corto plazo en Orriols están llamados a protagonizar un sorpasso histórico.

Las cabezas de turco del señor Lim

Ni las victorias aportan consuelo a un Valencia que el señor Lim ha convertido en un rodillo destructivo. El club es una apisonadora a cuyo paso no se vislumbran razones para mantener en el banquillo a Javi Gracia, el saco de todos los golpes desde que le faltó tiempo para querer bajarse del ring. La gestión del entrenador, que en las ruedas de prensa sigue tirando con bala, está llena de incertezas, como si después de presentar la dimisión ahora le moviera el deseo de forzar su despido. Aunque nadie puede acusarle de deslealtad por verbalizar las dolorosas verdades del día a día, es una evidencia que en su modo de proceder todo es un continuo desafío.

Vaya por delante que pocos las estarán pasando tan de Caín como él ahí adentro, pero salta a la vista que los progresos continúan siendo minúsculos y que en el vestuario los castigos e indultos carecen de ton ni son, una arbitrariedad que repercute en que no haya quien rinda por encima de su nivel sino lo contrario. No es un problema de futbolistas sino de juego y ausencia de modelo, no solo en el equipo sino en el club entero. Escandaliza lo insostenible que es la continuidad del navarro, algo que solo se explica en un Valencia en el que el señor Lim es capaz de todo y nada bueno. Igual que dilapidó una herencia única y hasta el apoyo primigenio de parte de la masa social, ahora ha llegado a un punto de deterioro en el que ni siquiera le quedan cabezas de turco.