El apaño del señor Lim ha sido de un mal gusto salvaje. Una carta de presentación al borde del ultraje para el príncipe de Johor, a cuya sombra tampoco serán pocos los que se forran. De ahí los muchos que ya han empezado a tomar posiciones con el objetivo de echarle una mano, la primera al bolsillo. Buena señal sería, al menos de inteligencia, que TMJ y su cohorte se dediquen antes que nada a repoblar el club. No a buscar marionetas sino a rodearse de profesionales que llenen los enormes vacíos existentes, tanto en lo que se refiere al fútbol como a otras esferas en las que también hacen falta. El Valencia CF de Meriton es una institución en ruinas en la que el único remedio es empezar la reconstrucción por los cimientos. Y al príncipe le harán un favor si alguien le explica que el segundo pilar son los futbolistas, pero que el primero es la afición.

El error del señor Lim

Debería saber TMJ que en la cabeza de los aficionados hay más que un balón. Hay una conciencia, un alma y un espíritu. Y hay, también, un deseo de que el equipo gane. A los valencianistas les importaría un bledo quiénes son los propietarios si las cosas funcionasen. Sin embargo, es un grave error que pase al contrario. Lim se ha equivocado al darle prioridad a la clave mercantil, esa según la cual el negocio no está en los socios. Más allá de lo económico hay un valor superior, el simbólico. El modelo triunfante en Europa ha sido el de millonarios poniendo motor pero sin conducir ellos. Si no es así, da igual lo rico que sea el príncipe. Las cosas saldrán mal y como Lim tendrá que refugiarse en sus mansiones.