Que el Levante saliera grogui contra la Real Sociedad no se puede calificar de sorpresa. Apenas habían pasado 72 horas del mazazo psicológico de la Copa y las rotaciones están pensadas para las piernas más que para la cabeza. Lo que en absoluto entraba en el guión es que la imagen fuese tan lamentable, al borde del ridículo tanto en lo individual como en lo colectivo, sin capacidad de respuesta por ningún lado. No es de justicia ni se lo merece nadie, los primeros los propios futbolistas y técnicos, responsables directos de una temporada que aún se está a tiempo de que pase a la historia y deje un gratísimo sabor de boca. Quedan 12 partidos y 36 puntos en juego, suficientes para que esté prohibido bajar los brazos y dejarse llevar. Sería una pena si llegase a ocurrir, así que ojalá no pase más lo del Reale Arena. Y es que una cosa es perder un partido y otra perder el norte.

Justo a eso se estaba refiriendo Quico Catalán cuando se dirigió en primera persona a los futbolistas el día después de la Copa para darles las gracias y recordarles que «esto sigue». La alerta no funcionó. Tal vez por eso y con el lógico globo de haber repasado el partido es por lo que sacó la cartilla Paco López el martes. Todo con la esperanza de que un mensaje más directo surta efecto de cara al Derbi, un partido en el que el sorpasso es a todo o nada. La realidad de que el equipo llegó muy justo al partido con el Athletic es tan evidente que ni se discute. Pero a partir de ahí de lo que se trata es de recuperar la moral, limpiarse la cabeza y ponerle un broche de oro a una temporada en la que sería irresponsable conformarse con el objetivo de la permanencia de cualquier manera.

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