Siete años después de la transacción más grande de la historia del fútbol mundial, el Valencia afronta su futuro más inmediato con el objetivo de confirmar la permanencia. Y lo hace, para más inri, con un entrenador provisional y sin nadie en el club que dé el perfil para la gigantesca tarea de reflotarlo. A pesar de las ingentes cifras gastadas en jugadores, fuesen o no de medio pelo, la incoherencia con el actual modelo es absoluta. Una ensalada que se resume en la condena a otra temporada dramática, la segunda consecutiva.

Hoy por hoy, con los movimientos de oposición devorándose a sí mismos, ni siquiera existe la perspectiva de que en el horizonte aparezca otro Príncipe con nombre y apellidos que aporte soluciones no mágicas sino reales. Esa desesperanza es un detalle significativo que ha sumado y mucho para que los valencianistas se abonen por miles a las redes sociales, de las que esperan una publicación con la que se haga la luz.

Aunque la incertidumbre aumenta y el mensaje que trasciende es poco prometedor, esos tuits y posts desde el reino de Johor son lo más parecido a un intento con el que generar algo de ilusión. Nada serio de momento y más cuando lo que se confirma es que el señor Lim, cuyas decisiones son todas desastrosas, continúa encerrado en su juguete. Con el prestigio por los suelos, a la inestabilidad deportiva con personas que vienen y van se le suma la social y la económica. Es imposible alimentar más la sensación de inconsistencia sobre todo lo que se cuece alrededor de la teórica venta.

Lo que se conoce del Príncipe

Llegó a darse por supuesto con la histórica transacción que al Valencia no volvería jamás a dolerle el dinero. Pero de eso nada y ahí está para demostrarlo la aparición del Príncipe, cuyo silencio es atronador después de haberse presentado cual elefante en una cacharrería. Por el variopinto entorno que rodea su posible desembarco, de él se conoce que lo que lo mueve es haber llegado al límite de lo que podía lograr en Malasia, una liga de un solo caballo en la que su gran logro ha sido liberar al Johor del molde de equipos no profesionales subvencionados a nivel estatal.

Se sabe también que gracias a Vantage Bay, una operación inmobiliaria parida con el señor Lim, se permitió acceder a la lista Forbes de los 50 malayos más ricos con apenas 30 años. Todo para que ahora, de nuevo con su padrino singapurés, aspire a desembarcar en el fútbol europeo, una aventura que está por ver si empieza y sobre todo cómo acaba. El Príncipe ha fichado a jugadores locales y estrellas extranjeras y ha construido un buen estadio, pero después de haber hablado también con Tebas parece que ya sabe que esto de coger el Valencia no es tan sencillo como dio a entender en sus primeras stories.