"¡Que viene el Voro, que viene el Voro"

Es la historia interminable con Meriton, siempre capaz de superarse a la hora del disparate...

"¡Que viene el Voro, que viene el Voro"

"¡Que viene el Voro, que viene el Voro" / SD

Rafa Marín

Rafa Marín

Es la historia interminable con Meriton, siempre capaz de superarse a la hora del disparate, sin ningún sentido del timing y con una palabra que vale lo que en el cuento de que viene el lobo. O más bien el Voro. Ante el riesgo de enfrentarse al abismo, el despido de Javi Gracia expresa con nitidez la ausencia de rumbo. Han sido siete los meses que el Valencia ha estado sin entrenador. Una temporada a contracorriente para acabar asumiendo el error a falta de cuatro jornadas, lo que desvirtúa por cierto el argumento económico que justificaba el empecinamiento. Desde que el 5 de octubre se ofreció para que lo echaran, Gracia puso cara mil y una veces de no querer estar ni de saber qué hacer. Y, sin embargo, este lunes se fue a la calle con cierta sorpresa, a seis puntos del descenso a falta de solo 12. Seguramente lo hizo más feliz que unas castañuelas, aliviado y con el bolsillo el triple de lleno que dentro de un mes. Ya no tendrá que seguir dando palos de ciego en busca de un estilo del que ni siquiera estuvo cerca.

Pero, ¿está justificado el miedo de bajar a Segunda? A día de hoy la ecuación es tan factible como improbable. Y aun así no es la conveniencia del despido lo que se cuestiona sino la insensatez de no hacerlo antes con todo tan necrosado. La estancia del ya extécnico ha sido insostenible. No había por dónde coger sus continuos desafíos ni la sensación de abatimiento que se empeñaba en no disimular. Los equipos son el reflejo de sus entrenadores y es normal que el Valencia haya sido una lágrima. Sin tratarse del peor, lo fue también el último día, cuando entre la ocurrencia de Lato y el golazo de Soler mediaron 30 minutos de bajada en piloto automático. Los silencios en la despedida fueron atronadores, especialmente los procedentes de los futbolistas.

El final estaba claro. Era imposible que Gracia pasara de pantalla por más que aceptase el juego. La desconsideración ha sido absoluta por las dos partes. Una faltada que tiene que ver en su origen con la inanición del señor Lim, que si tiene gato lo estará acariciando. Frente a esa desidia del propietario, Anil sigue con rienda suelta para su desgobierno, lo cual arroja un panorama realmente apocalíptico.

Tira y mucho el banquillo del Valencia, por lo que no es extraña la presencia de candidatos expectantes, si bien no hay que desdeñar la existencia de perfiles que en vistas de quien toma las decisiones optarían por descartarlo. Y es evidente que la solución no solo pasa por el entrenador, aunque el listón está bien bajo. En un momento en el que las aficiones reclaman visibilidad en el negocio, la del Valencia tiene en su mano condicionar el poder por alguna de las vías en marcha: la presión social para la venta y la vía legal con la ATE para precipitar la expropiación.