Las primeras horas efectivas de Bordalás como entrenador del Valencia están siendo de manual. Muchas horas en Paterna, la oreja pegada al móvil y la foto de rigor con la que reafirmar el propósito de enmienda a la hora de trabajar en consenso. Hay bastante unanimidad sobre el acierto en su llegada, aunque fue parecido con Javi Gracia. Es una lección que el técnico alicantino parece tenerse aprendida, al menos a tenor de sus primeras declaraciones públicas fuera de canales oficiales.

Es verdad que desde el club están tratando de hacer las cosas de otra manera y que habrá que darles un voto de confianza a la espera de comprobar hasta dónde pueden llegar sin tener que recurrir al modo avión. A menos que Murthy vuelva a desviarse del camino, algo que como ya se demostró la semana pasada puede pasar en cualquier momento, las formas son mejores. Hasta parece incluso que Peter Lim tendrá a bien conocer al míster a través de una sencilla videoconferencia. La incógnita, sin embargo, se mantiene en el fondo porque la estructura no ha cambiado y de entrada a Bordalás ya los hay que le han dicho en plan confesionario que sí, que se vaya preparando. Llegará el momento, le avisan, en el que igual que Gracia puede quedarse solo, bien porque quiera o porque resulte inevitable

La credibilidad del proyecto va a medirse por el tiempo que transcurra sin periodos de fuego, algo que ahora es fácil de evitar. Pero, sobre todo, lo que va a marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso será la gestión de la primera crisis que llegue y quién o qué es lo que la provoca. Ojalá no ocurra, si bien ante ese horizonte lo que se esperará de Bordalás es que haga una piña con el equipo, uno de los principales errores de su antecesor en el cargo. Son días de gestos y en ese sentido se arrima el hombro. Pero lo que valdrá son los hechos.

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