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80 aniversario Hiroshima

China, Corea del Norte e Irán marcan el futuro de las armas nucleares con menos reglas y más inteligencia artificial

Las potencias asiáticas se desmarcan del 'paraguas' de Estados Unidos ante la pérdida de credibilidad de Donald Trump en la región, y aceleran la formación de sus propios arsenales

La carrera de las armas nucleares se reactiva 80 años después de Hiroshima, alejándose del objetivo de la no proliferación

El presidente chino Xi Jinping estrecha la mano del líder norcoreano Kim Jong-un antes de su reunión, en junio de 2019

El presidente chino Xi Jinping estrecha la mano del líder norcoreano Kim Jong-un antes de su reunión, en junio de 2019 / DPA/ EUROPA PRESS

Irene Benedicto

Irene Benedicto

Barcelona

Las armas nucleares ya no son material exclusivo de Estados Unidos y Rusia. Asia ha entrado de pleno en una carrera acelerada por la incertidumbre geopolítica y por la inteligencia artificial (IA). En solo cinco años, se calcula que Pekín ha duplicado su arsenal, en medio de una creciente opacidad. Y no es la única que está preparándose para disputar el monopolio de EEUU y Rusia, que siguen teniendo alrededor del 90% de las armas nucleares. Irán y Corea del Norte toman posiciones en sendas regiones, donde la inestabilidad se intensifica mientras el Estados Unidos de Donald Trump es cada vez un actor menos creíble.

"Lo que ha restringido el desarrollo de armas nucleares no ha sido el Tratado de No Proliferación (TNP), por muy útil que haya sido para establecer una norma internacional, sino la protección que EEUU brindaba a otros países", explica a EL PERIÓDICO Victor Gilinsky, miembro de la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos durante las administraciones de Ford, Carter y Reagan. Y es que si durante la Guerra Fría Asia fue un tablero secundario, ahora esos países reclaman su autonomía, también nuclear.

"Corea del Norte ha acumulado una formidable capacidad nuclear a pesar de ser un país pobre. La pregunta es si Corea del Sur seguirá confiando en el 'paraguas' estadounidense", apunta Gilinsky, que actualmente es asesor del Centro de Educación sobre Políticas de No Proliferación, en Arlington, Virginia, en las afueras de Washington DC. "Pero las promesas estadounidenses no parecen tan fiables como antes, e incluso los líderes de los países de la OTAN están escalando un discurso que habrían sido impensables hace tan solo unos años", señala.

La IA como propulsor

No solo crecen los tenedores de armas nucleares en Asia, sino que lo hacen fuera del marco de los grandes tratados. Corea del Norte continúa con pruebas sin supervisión internacional, Irán niega que busque el arma atómica, pero acumula uranio enriquecido por encima de los límites del Acuerdo de Viena de 2015 y restringe el acceso a los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica. Mientras tanto, la India y Pakistán —que nunca firmaron el TNP— mantienen arsenales activos y en expansión. 

"Reactivar el marco bilateral de control de armas entre Rusia y Estados Unidos y convertirlo en trilateral [con China] introduciría complejidades endiabladas", analiza para este diario Dan Smith, director del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), que publica anualmente el informe de referencia mundial sobre la proliferación de armas nucleares. La falta de esfuerzos diplomáticos, argumenta Smith, parece lejos de la voluntad política que permitió el equilibrio en tiempos más peligrosos. 

Así, mientras, Pekín eleva sus reclamaciones territoriales en el mar de China Meridional, incluido Taiwán, por primera vez en su historia, expertos señalan que China podría estar escalando su estrategia nuclear, pasando de "nunca utilizar armas nucleares en primer lugar bajo ninguna circunstancia" al "lanzamiento bajo ataque". Con la adopción de un mecanismo automatizado a través de satélites infrarrojos y radares terrestres, Pekín estaría preparada para responder con un contraataque nuclear apenas se detecten señales de un ataque enemigo, incluso antes de que los misiles impacten. 

El nuevo paradigma reduce el margen de decisión política y traslada más poder al aparato militar. Ahí, la IA incrementa el riesgo de cometer errores de cálculo con consecuencias trágicas, como confundir un desastre natural con un ataque nuclear o una interferencia cibernética. Por eso, China y EEUU acordaron en 2024 que ningún sistema de IA pueda autorizar el uso de armas nucleares. El pacto recoge las lecciones de la Guerra Fría: fue el juicio humano, como en la crisis de los misiles de Cuba de 1963, el que evitó la catástrofe.

"La IA plantea riesgos importantes para los tres pilares de la no proliferación —desarme, no proliferación y uso pacífico—, pero también tiene beneficios potenciales", según cuenta William C. Potter, fundador y director del Centro de Estudios sobre No Proliferación (CNS) en Monterrey, California, el primero del mundo dedicado a esta disciplina. El problema, según Potter, es que aún son pocos los diplomáticos suficientemente formados en IA para valorar estos nuevos riesgos.

Equilibrios rotos en Oriente Próximo

Mientras, en Oriente Próximo, Israel e Irán han pasado de ser piezas de bloques opuestos a reivindicar que pueden hacerse con su propio arsenal sin entrar en el marco de ningún tratado. Eso ha llevado al temor, pero también a la hipocresía.

"En EEUU, lo que antes era una política de no proliferación se ha reducido ahora a impedir que Irán amenace el monopolio de Israel sobre las armas nucleares en Oriente Próximo", explica Gilinsky. "Claro que el problema no se habría planteado si Israel no hubiera rechazado el Tratado de No Proliferación y creado una importante fuerza nuclear", recuerda el experto, que señala la necesidad de que haya concesiones de desarme por parte de Israel, que cuenta con capacidad atómica desde 1967 aunque no lo admite.

"Pero con el respaldo total de EEUU, no se ve en la obligación de hacerlo y, por tanto, queda fuera de discusión. Si Israel ataca de nuevo, lo cual podría pasar porque sus objetivos políticos van más allá del programa nuclear de Irán, las consecuencias son impredecibles, también para Israel", añade.

Con todo, la promesa de la no proliferación parece quedar más lejos que nunca en el 80 aniversario de la bomba de Hiroshima. La IA la desafía, las nuevas potencias la ignoran y los actores tradicionales la incumplen. La carrera nuclear del siglo XXI no es la de las cifras astronómicas de la Guerra Fría, sino la de los arsenales más pequeños pero más complejos, más rápidos y menos controlados. En un mundo más inestable, con menos reglas y más actores, el peligro nuclear vuelve a crecer. Pero esta vez, lo hace en silencio.

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