Pocos recordarán dentro de un tiempo la goleada de la selección española a Islas Feroe. José Luis Gayà lo hará siempre. Nunca la olvidará en su vida. El lateral izquierdo del Valencia se estrenó ayer como goleador de la Roja. La jugada ya ha pasado a su historia personal. Corría el minuto 71. Controló un balón al espacio de Asensio, se plantó delante de la portería, alzó la cabeza y en una maniobra exquisita con el exterior de su bota izquierda levantó la pelota por encima del portero. Golazo en una definición que ya quisieran muchos delanteros en el fútbol europeo.

José explotó de alegría, sus compañeros le dieron la enhorabuena y el valencianismo volvió a sentirse orgullo de su '14'.

Se lo merecía después de una temporada para la historia en el Valencia CF. Luis Enrique tiene fe ciega en Gayà y el valencianista siempre responde. Desde que debutó. El de Pedreguer cuenta sus partidos con la selección española por victorias: Croacia (6-0), Gales (1-4), Bosnia (1-0), Malta (0-2) y ahora Islas Feroe. Cinco de cinco. Su partido, más allá del gol, fue redondo. Uno más. En Mestalla ya no sorprende su regularidad y fiabilidad. Resolvió sin problemas en defensa los intentos frustrados de Islas Feroe y jugó la mayoría de minutos en campo contrario llegando hasta línea de fondo y poniéndola como él sabe. Que se lo pregunten por ejemplo al Barcelona en la final de Copa.

El partido fue puro trámite. El sueño de verano de Islas Feroe duró cinco minutos. Los que tardó Sergio Ramos en cabecear un balón a la red. Jesús Navas, otro puñal en labanda derecha, se metió hasta la cocina para poner el punto y final al partido con el segundo de la tarde-noche. Su jugada fue tan bonita como su emotiva dedicatoria a Reyes con los índices de la mano apuntando al cielo. El ritmo del partido era tan bajo que hasta Isco Alarcón parecía haber recuperado la chispa perdida durante toda la temporada con el Real Madrid. Hasta forzó un gol con la ayuda amiga del palo y del portero de Islas Feroe. La metáfora perfecta del nivel del encuentro.

Lo mejor del partido más allá del gol de Gayà fue ver a Santi Cazorla enfudado con la camiseta de la selección española tres años y medio después tras superar un calvario de lesiones. Sus botas, dedicadas a sus hijos India y Enzo, eran el reflejo de su historia de superación personal. Se mereció el gol. Igual que el brazalete de capitán que heredó de Ramos en el descanso. Lo peor, la inseguridad de nuevo de la selección a balón parado. España defendió mal un saque de esquina y lo pagó con un sonrojante gol en contra de Olsen. Héroe nacional por un día. Más allá de análisis deportivos forzados, lo verdaderamente importante fue que ningún jugador se lesionó en el siempre temido por los jugadores césped artificial.