Poco después de las tres de la madrugada una enorme explosión sacó de la cama, literalmente, a Joaquin y a su familia. En el bar que está situado debajo de su piso se había producido una gran deflagración, que llegó a reventar todos los cristales de las ventanas de su vivienda. Joaquín, su mujer, sus dos hijos y su suegra se vistieron a toda prisa y buscaron escaleras arriba, subiendo los cinco pisos del edificio, una vía de salida hacia la azotea. Allí, junto a la quincena de vecinos que viven en el edificio, vieron cómo subía la columna de fuego por el patio de luces. "Era un soplete gigante, una llamarada enorme", ha explicado esta mañana Joaquín.

El calor era tan intenso que a duras penas lo podían soportar. Todos los vecinos estaban muy asustados, en momentos de muchísima tensión, y uno de los hijos de Joaquín llegó, incluso, a intentar saltar al terrado de otra finca con el riesgo para su integridad física que ello podía suponer. Varias dotaciones del cuerpo de bomberos, ha comentado Joaquín, llegaron con rapidez a la finca del Eixample (Barcelona), y tres de ellos subieron al terrado cuando pudieron aplacar la virulencia de las llamas que subían por el tragaluz.

Enseguida se procedió a la evacuación, al comprobar que apenas habían sufrido leves inhalaciones de humos, y quienes disponían de mejor calzado fueron los primeros en abandonar la azotea junto a los bomberos. Por suerte, la enorme explosión que se produjo en el bar de los bajos de su finca no había provocado víctimas mortales, algo que la dimensión del suceso hacía temer.