Juicio

El acusado de matar a su esposa en Tenerife niega que le diera nueve puñaladas

El vecino de Vigo sólo admite que pudo clavarle una y de forma accidental al caerse al suelo

Pedro Fumero

El hombre acusado de matar a su esposa en Tenerife el 11 de mayo de 2022, Ángel Martínez, negó este lunes, 8 de mayo, que le propinara nueve puñaladas con un cuchillo de cocina y afirmó que le clavó una, pero de forma accidental, al resbalar en un patio que tenía agua en el suelo.

De esa manera, Martínez, de 84 años, dijo que no sabe quién le propinó las restantes ocho cuchilladas a la afectada. Y apuntó que la agresión, primero con unas tijeras de punta redonda en el cuello y después con la citada arma blanca, se produjo después de una de las innumerables discusiones que mantuvo con Clotilde Rodríguez en sus 56 años de convivencia, de que lo llamara "hijo de la gran putay de que le diera un tortazo.

El motivo de ese enfrentamiento fue que Ángel le echó en cara a su pareja que hubiera sacado dinero del banco para dárselo a su hija menor, a la que definió en reiteradas ocasiones como una "drogadicta", que les había robado mucho dinero para pagar su adicción. Los hechos ocurrieron a las 16:00 horas en la vivienda que tenían alquilada en la localidad de Los Cristianos, en el municipio de Arona (Tenerife).

En la primera sesión del juicio con Jurado por este asesinato, Ángel ofreció un testimonio que, por momentos, resultó caótico y contradictorio. En todo momento, acusó a la víctima de despreciarlo y tratarlo como "un cero a la izquierda", de no atenderlo como merecía, de que inculcara a sus dos hijas que no lo quisieran e, incluso, de haber mantenido relaciones sexuales con otros hombres. Y en ese más de medio siglo de matrimonio, sólo reconoció que agredió físicamente a Clotilde en dos ocasiones.

El acusado afirmó que inició la relación de pareja hace 58 años y se casaron en 1961. La convivencia con su esposa la definió como "fatal, de lo peor, un infierno". "Las hijas me despreciaban, ni un beso me daban, porque su madre les decía que yo era malo", comentó en la primera pregunta de la fiscal, Raquel Arranz.

"Discutíamos a cada momento y, cuando lo hacíamos, quería que el pueblo se enterara. Abría todas las ventanas y empezaba a gritar", señaló. También mencionó las supuestas faltas de respeto de su esposa a él y su madre, cuando lo llamaba "hijo de puta", a la vez que también denominaba "putas" a sus hermanas, a pesar de que no lo eran. Sin embargo, admitió que él le respondía, puesto que Clotilde supuestamente "sí tenía una hermana prostituta y otra lesbiana".

Otro de los motivos de enfrentamiento durante años, según el procesado, se produjo en la época en que se embarcaba para a ir a pescar a Terranova, ya que él le prohibió ir a trabajar, puesto que "yo ganaba lo suficiente, pero ella iba a trabajar; marchaba a su aire, donde ella quería, no sabía lo que hacía, pero me lo suponía".

Admitió que estuvo separado de Clotilde durante tres años y que llegó a denunciarla varias veces, "pero sólo en una ocasión la llamaron al Juzgado".

"En vez de darme cariño, que venía de la mar, me daba palos", indicó a preguntas de la fiscal. "Me pegó varias veces cachetadas; me levantaba la mano cuando le daba la gana", comentó. En alguna de esas denuncias planteó que su mujer no le hacía la comida ni la cama y una vez estuvo cinco meses sin cambiarle las sábanas. También aseguró ante la representante del Ministerio Público, los abogados, los integrantes del Jurado y la magistrada que en una ocasión la siguió y la encontró en un apartamento con otro hombre, pero esa vez no llegó a agredirla.

La desconfianza en su esposa llegó a tal punto que en una ocasión se hizo la prueba de ADN para saber si realmente era el padre biológico o no de su hija menor. Ángel aclaró que el análisis genético confirmó su paternidad.

Ángel y Clotilde pasaban seis meses en Galicia y el resto del año en el piso de la avenida de Los Playeros, en Los Cristianos, donde ocurrió el crimen. Aseguró el presunto autor del asesinato que en los diez días previos a los hechos le dolía mucho uno de sus oídos, tanto de día como de noche. Admitió que estaba desesperado por dicha circunstancia, pero nunca pensó que fuera una enfermedad grave o incurable por la que se fuera a morir.

Sí admitió que quiso quitarse la vida y tirarse desde la quinta planta del edificio de Los Cristianos en el que pasaba sus largas vacaciones. "Llamé a mi sobrina y le dije adiós, esto se acabó, me voy, estoy loco de la cabeza y tu tía me machaca", explicó ante los integrantes del Jurado.

Manifestó que iba a subir para el quinto piso, pero se acordó de su mujer y decidió despedirse de ella. Tras sentarse en el sofá y decirle a su esposa que no podía dormir, le preguntó a ésta el motivo por el que fue al banco. La mujer le respondió que a sacar dinero. Él le dijo que no hacía falta, pues en el piso había unos 1.000 euros. Y fue Ángel quien le dijo a Clotilde que fue a la sucursal a sacar dinero para "tu hija, la drogadicta, que nos ha robado toda la vida". Según el acusado, Clotilde, que estaba acostada, se sentó y le dijo a Ángel que no nombrara así a su hija y lo llamó "hijo de la gran puta", para acabar dándole un cachetón a él.

El procesado cogió unas tijeras de punta redonda y se las clavó en el cuello. El presunto autor del asesinato afirmó primero que casi no le salió sangre y más tarde matizó que la sangre no le salía a borbotones, pero que sí estaba manchada tras haberla herido.

Después, admitió que ambos forcejearon durante un rato, hasta que la víctima huyó hacia un patio interior. Ángel Martínez comentó que fue a la cocina, cogió un cuchillo y se fue detrás de ella.

Ataque mortal

El ataque mortal en un patio de luces fue descrito por el implicado de la siguiente manera: "quien resbala soy yo, tropiezo, embisto con ella, echo la mano al cuello y nos caímos los dos", a raíz de que supuestamente el suelo estuviera mojado. "Al caer, le vi los ojos abiertos y estaba muerta; boca abajo", señaló. En otra de sus contradicciones, apuntó: "yo no le clavé el cuchillo; iba para defenderme de ella, pues pensaba que llevaba ella las tijeras". "No me acuerdo que le clavara el cuchillo a ella para nada; no solté nunca el cuchillo de la mano, hasta que me corté los antebrazos. Yo quería morir con mi mujer", dijo Martínez.

Al inicio del juicio, durante la presentación de los argumentos por las diferentes partes, la Fiscalía, la abogada del Instituto Canario de Igualdad y el letrado de la acusación particular coincidieron al solicitar 22 años de prisión para Martínez.

La abogada de la defensa reclama la libre absolución, "pues no se puede determinar que el acusado cometiera los hechos". Según la defensa, Martínez "no es un ogro", aunque "sí está anclado en el pasado, pero eso no significa que sea un maltratador y no existen evidencias de ello en la causa".

En la tarde de los hechos, el octogenario le clavó las tijeras de punta redonda nueve veces en el cuello a su mujer. Pero, como no logró su objetivo, se dirigió a la cocina, donde cogió un cuchillo de 19 centímetros de hoja. Mientras tanto, la afectada se levantó del sofá y se fue al lugar en el que pensó que podía refugiarse mejor, en un patio. Ángel presuntamente llegó hasta allí y le clavó el arma blanca hasta en siete ocasiones en el costado izquierdo. Varias de ellas alcanzaron el corazón y el pulmón. La afectada debió morir en pocos minutos, según el relato del ataque hecho por la fiscal.

Para Arranz, hubo alevosía porque la víctima no tuvo posibilidad real de defensa, ya que el primer ataque lo recibió cuando se hallaba acostada y adormecida; es decir, confiada en el ámbito del hogar que cada año alquilaban durante varios meses para pasar sus vacaciones en Los Cristianos.