En libertad el vecino de Olesa detenido por asesinar a su hermana y enterrarla en casa

El rastro de vida de Julia desapareció en noviembre de 2012 y la Guardia Civil halló en marzo de 2022 sus restos óseos en la casa que compartía con Juanjo

La casa de las Ribes Blaves y una foto de Julia Salvador / EL PERIÓDICO

La casa de las Ribes Blaves y una foto de Julia Salvador / EL PERIÓDICO

Guillem Sánchez

Guillem Sánchez

Julia Salvador Viciana (Terrassa, 1968) salió de la cárcel de Brians en julio de 2012 y regresó a la casa que compartía con su novio Paco, enfermo terminal de cáncer, y con su hermano Juanjo, ocho años mayor que ella, en la urbanización de las Ribes Blaves, en Olesa de Montserrat (Baix Llobregat). Drogadicta, enferma y exconvicta, Julia quizá no tenía forma de cambiar el rumbo de una vida arruinada, que incluso le había costado la custodia de su único hijo. Cinco meses después, en noviembre de 2012, desapareció. Y nadie la echó de menos. 

En marzo de 2022, 10 años después, la Guardia Civil irrumpió en su domicilio y encontró su esqueleto, sepultado bajo sus pertenencias. El cráneo presentaba una grave fractura, una lesión que la autopsia hallaría después compatible con la causa de su muerte. Los agentes arrestaron a Juanjo por matar a su hermana, enterrarla en su casa y cerrar la boca durante 10 años. 

La casa

Las Ribes Blaves son un afloramiento rocoso de interés geológico que pertenece al parque natural de Montserrat. Hace años fue también un vertedero descontrolado. Y en las últimas décadas creció una urbanización que se quedó con su nombre y que está demasiado lejos de cualquier municipio, también de Olesa, término al que pertenece. La casa de Julia y de Juanjo está en una ladera, en la curva de una pendiente, dentro de un terreno aprisionado por los muros de los vecinos y gobernado por las malas hierbas.

La casa era de una antigua pareja de Julia, un hombre que accedió a dejar por escrito que la mujer tenía derecho a vivir allí. Un error. Después de firmar aquel contrato, Julia lo expulsó y se quedó con la residencia. Si están en lo cierto los vecinos contactados por EL PERIÓDICO, ese dueño real del inmueble actualmente vive de la mendicidad en Terrassa.

Peleas y gritos

Los vecinos no hablan bien de Julia. La recuerdan como una mujer que había sido bella, pero también como alguien que, por culpa de sus adicciones, causaba problemas. En sus últimas días, deteriorada y envejecida, verla llegar con sus perros era sinónimo de follón, aseguran. De su casa salían decibelios de música a altas horas de la madrugada, también gritos, y peleas.

La Generalitat cuidaba de su hijo mientras ella acumulaba delitos: constan antecedentes por estafatráfico de droga o falsificación. Del rastro de Julia consultable en Google, llama la atención su presencia en la lista de la candidatura de la Falange Española de las JONS en las municipales de 2011 en Terrassa.

Juanjo

La familia de Julia es originaria de Andalucía. Se instaló en Terrassa a finales de los 60. Su hermano Juanjo nació en Córdoba pero Julia ya nació en Catalunya. Se llevaban 8 años. Juanjo se mudó a vivir con Julia y con su novio Paco, ya muy enfermo, a la casa de las Ribes Blaves. Los tres malvivieron y se discutieron durante cinco meses, los que transcurrieron desde que Julia salió de Brians y hasta su desaparición, a finales de 2012. En mayo de 2013, Paco murió. Juanjo se quedó solo en la casa. Ni Juanjo ni Paco, mientras vivió, denunciaron la desaparición de Julia.

Los años pasaron en Olesa sin que nadie volviera a saber de la mujer. Alrededor de su recuerdo, se arremolinaron los rumores pero ninguna prueba de vida, o de muerte. Hasta que Juanjo, ya después de la pandemia, perdió los nervios en una discusión y amenazó a un amigo con hacer con él lo mismo que había hecho con Julia: matarla y enterrarla en su casa. El amigo, por más copas que llevaran ambos en el cuerpo, intuyó que no mentía. Y acudió a la Guardia Civil, que no le creyó de entrada pero se tomó la molestia de investigarlo. 

Denuncia de la desaparición

Fuentes de la policía judicial de la Comandancia de Barcelona explican a EL PERIÓDICO que los últimos movimientos bancarios de Julia se extinguían en noviembre de 2012, una fecha a partir de la que ya no había ningún rastro de la mujer. Los investigadores buscaron al hijo de Julia, algo mucho más complicado de lo previsible porque el menor había cambiado de apellidos y había pasado por más de un centro de acogida. Finalmente, dieron con él. El chico confirmó que no sabía nada de su madre desde 2012 y, tras oír las dudas de los agentes, quiso denunciar su desaparición, una acción que permitió a la Guardia Civil judicializar el caso.

Los policías estrecharon el círculo sobre la casa de las Ribes Blaves y sobre Juanjo. Estudiaron los planos de aquella propiedad, provista con tres pozos y rodeada de maleza, y asumieron que en un lugar así era posible ocultar un crimen durante una década.

La operación

En marzo de 2022, submarinistas y escaladores de la Guardia Civil, tutelados por los investigadores, irrumpieron en la casa de Juanjo dispuestos a bajar a cada uno de los tres pozos para encontrar el cuerpo de su hermana. Juanjo, al que los agentes recuerdan como el morador excéntrico de un hogar infestado de basura, dijo dos cosas que aún no han olvidado: que llevaba una semana limpiando –una actividad de la que no había el menor rastro– y que él no se hacía responsable de lo que encontraran en una caseta exterior.

El responsable del dispositivo, tras escuchar aquellas palabras que no habían previsto, cambió el plan: los perros empezarían por arrimar el hocico justo al pinto indicado enigmáticamente por Juanjo. Entrenados para buscar restos cadavéricos, los animales ladraron. Oculta por una montaña de detritus –entre los que se contaban enseres de Julia–, asomó una trampilla. Y mal insertados en esa trampilla, enrollados en una tela de plástico, estaban los restos óseos de Julia. Un afloramiento, este de interés policial, que reveló un crimen oculto.

A Juanjo, según la Guardia Civil, no le sorprendió que hubiera un cadáver enterrado en su casa. Ni siquiera preguntó si podía tratarse de Julia, a quién llevaba diez años sin ver. Según declaró, su hermana se había despedido de él tras meterse en más problemas con la justicia. A los vecinos les había dado versiones distintas. Un juzgado de Martorell envió a la cárcel a Juanjo, de la que ha salido recientemente, antes del juicio. EL PERIÓDICO ha hablado con Juanjo, que mantiene que es inocente.