La magnitud del fuego
Los satélites de Copernicus revelan que los incendios dejan emisiones récord y convierten este verano en el más contaminante del siglo en Europa
El programa europeo contabiliza 13 megatoneladas de residuos de carbono en la península que multiplican por seis el máximo anterior, de 2022

Las impresionantes columnas de humo de los incendios españoles vistas desde el satélite Sentinel 2 / European Union, Copernicus Sentinel-2 imagery
En las últimas catástrofes naturales de España se ha empleado una herramienta de observación desde el aire para evaluar con exactitud los verdaderos daños de las tragedias. Sucedió en octubre de 2024 con la dana, que dejó más de 200 muertos en la Comunidad Valenciana y que arrasó el pueblo de Letur (Castilla-La Mancha) y ahora, con los incendios que han asolado Galicia, Extremadura, Castilla y León y Asturias. Se trata de Copernicus, el programa de la Unión Europea de observación de la Tierra que se emplea no solo para obtener imágenes mediante su flota de satélites (los Sentinel), sino también para traducirlas en datos y analizarlos, con lo que se tiene una perspectiva global de cualquier evento medioambiental.
La web de Copernicus, que cada día sube una imagen ilustrativa tomada por sus satélites, eligió este 21 de agosto una del noroeste de España ardiendo: impresionantes columnas de humo, repartidas en diversos puntos, vistas desde el espacio. Una espectacular toma aérea que es también la que abre este artículo.
El sistema de observación de Copernicus cifra en más de 400.000 las hectáreas quemadas en España en lo que va de año
La interpretación que hacen en Copernicus de los datos obtenidos por estos satélites sirve para, por ejemplo, saber que en lo que va de año y hasta el viernes en España se han quemado 403.701 hectáreas, la mayoría de las cuales en estos últimos días. Una cifra que aumentará dado que aún hay fuegos activos, y que convierte este 2025 en el peor en tres décadas.
Según los datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS, por sus siglas en inglés), uno de los componentes de los servicios de gestión de emergencias del programa Copernicus, Castilla y León es la autonomía más perjudicada, con 151.135 hectáreas quemadas, 96.870 de ellas en León (la provincia más afectada en todo el país) y 30.644 en Zamora. Galicia es la segunda comunidad más dañada por los grandes incendios en 2025, con un total de 105.547 hectáreas arrasadas, con especial incidencia en la provincia Ourense, que concentra 96.779 hectáreas. En esta comunidad está el hasta ahora peor incendio de la historia de España; el de Larouco, con 40.879 hectáreas arrasadas. En tercer lugar figura Extremadura, con 47.075 hectáreas, sobre todo en la provincia de Cáceres, que ya suma 34.778 hectáreas en buena parte por el incendio de Jarilla.
Estos fuegos están arrasando una cantidad ingente de terreno y causando importantes daños personales (cuatro personas han muerto) y materiales (en el sector de la agricultura, se estima que las pérdidas superan los 600 millones de euros) hasta el punto que este próximo martes, en Consejo de Ministros, el Gobierno declarará zona catastrófica los municipios afectados. Son consecuencias visibles e inmediatas, pero hay otra que desde Copernicus consideran extremadamente preocupante: el de la contaminación que los fuegos están provocando. Los incendios en la península Ibérica están dejando emisiones récord y han convertido este verano en el más contaminante del siglo en Europa.
Así lo ha explicado a El Periódico Mark Parrington, científico sénior del Servicio de Monitoreo Atmosférico de Copernicus y miembro del Departamento de Investigación del Centro Europeo de Predicciones Meteorológicas a Medio Plazo, que ha sacado las primeras conclusiones de lo que los satélites recogen. "Estos incendios son muy peligrosos para las poblaciones por la capacidad destructiva del fuego. Pero también por el humo y las emisiones de carbono que estos fuegos conllevan", subraya Parrington.
Récord de emisiones
Los datos publicados por Copernicus revelan que el 29 de julio, antes de que empezase esta última ola de incendios, ya se habían generado unas emisiones de 1,50 megatoneladas de CO2 en nuestro país. Pero los fuegos de agosto lo han disparado todo: a mediados de mes, desde el Sistema Mundial de Asimilación de Incendios (GFAS) publicaron que se habían alcanzado las 5,5 megatoneladas en la península Ibérica. Y desde Copernicus advirtieron que las siguientes mediciones nacionales y continentales serían mucho más altas.
En efecto: los últimos datos publicados por el EFFIS (Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales) revelan que en España ya se han superado las 13 megatoneladas hasta hoy, registrando un total acumulado en lo que va de año de 17 megatoneladas. En toda Europa se han rebasado las 20 megatoneladas (20,49) en el mismo periodo, con un acumulado de 36,65 megatoneladas.
La cifra española, las citadas 13 megatoneladas, supone multiplicar por seis los máximos anteriores, de 2022.
"Es cierto que otros veranos se han declarado fuegos muy graves, como el megaincendio de Grecia en 2024, pero nunca antes habíamos monitoreado tanto humo como ahora"
Eso convierte a este verano en el más contaminante de Europa en lo que llevamos de siglo. Aunque es cierto que otros incendios en el sur del continente, como los registrados en Serbia, Montenegro, Albania, Italia, Francia o Grecia, han contribuido a alcanzar esta infausta marca, han sido los de España, los más virulentos de estos meses, los que han disparado las cifras.
El propio Mark Parrington está sorprendido: "Llevo 20 años trabajando en este sector y 12 con este equipo. Y este año ha sido muy especial para nuestro continente en materia de incendios y emisiones. Es cierto que otros veranos se han declarado fuegos muy graves, como el megaincendio de Grecia en 2024. Pero en aquella ocasión no monitoreamos tanto humo como esta vez. Y de toda Europa, ahora mismo, la península Ibérica es la más contaminada. Este verano se han registrado más emisiones que en algunos años enteros", advierte el científico de Copernicus.

Mark Parrington, Científico Sénior del Servicio de Monitoreo Atmosférico de Copernicus / ECMWF/Britta Eiberger
"Las partículas finas pueden afectar negativamente a los pulmones, el torrente sanguíneo e incluso a la salud mental"
Los problemas que deja el humo no se marchan cuando se extingue el incendio. Se quedan en forma de contaminación ambiental. Y, aunque no se perciban, siguen siendo perjudiciales para los seres humanos y los animales por los compuestos que deja y se quedan en el aire. Son las denominadas partículas finas. Se trata de una especie de sedimento material que es transportado por el aire; partículas que son, como su propio nombre indica, más pequeñas que las partículas gruesas. Tienen un diámetro aerodinámico menor o igual a 2.5 µm (PM2.5). Y son las que conllevan mayor riesgo para la salud. Se debe a que pueden llegar a zonas más profundas de los pulmones e incluso entrar en el torrente sanguíneo.
Con los datos obtenidos en Copernicus, Parrington advierte de que "se puede ver que en la región de la peninsula Ibérica hay una alta concentración. Afecta a la salud pulmonar, obvio, pero hay estudios científicos que apuntan a más efectos. Uno de los últimos trabajos apunta que estas emisiones pueden llegar a influir negativamente en la salud mental", asevera.
El experto de Copernicus advierte de que las consecuencias de ese humo tampoco se quedan en la zona donde se ha declarado el fuego: "La intensidad y la cantidad de humo es enorme y viaja lejos. Otros años hemos visto cómo el humo de los incendios de Canadá atravesaba el Atlántico y llegaba hasta Europa".
¿Cuanto tiempo va a estar el humo? "Depende de las partículas finas. Si no hay una fuente de humo, van a desaparecer en unos días, relativamente rápido. Pero si el humo viaja más lejos es porque hay contaminantes del aire que duran más en la atmósfera", explica el científico. Es el caso que nos concierne. Las fuentes del humo se han mantenido en el tiempo, en diferentes focos, por lo que se estima que sus consecuencias nocivas van a permanecer más tiempo del esperado.
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