Como si de una premonición se tratara, David Ferrer ya avisó antes de la final que estaba «viviendo un sueño en este principio de año». Y no es para menos, el de Xàbia se puso el sombrero mexicano por cuarta vez tras ganar en Acapulco y encima ante una de sus bestias negras, el japonés Kei Nishikori, con quien llevaba una racha de cinco derrotas seguidas -no le ganaba desde Miami de 2013- . Con esta victoria, Ferrer lleva tres títulos desde que comenzara el año, los mismo que en 2012, el que fue el mejor año de su carrera y en el que llegó a levantar siete trofeos.

Ferrer, segundo favorito al título, superó por 6-3, 7-5 al japonés, primer cabeza de serie, en la final soñada por los mexicanos. Con este triunfo el valenciano entra en la historia del torneo al empatar con el austríaco Thomas Muster, quien ganó las primeras cuatro ediciones de la competición mexicana, de 1993 a 1996. Ferrer dijo que no lo había asimilado y estaba «cansado y feliz» ya que era bonito empatar marcas de una leyenda como Thomas Muster. El valenciano, de 32 años, fue de menos a más durante el torneo. Fue el último jugador en llegar, el que menos descanso tuvo, tras su viaje de casi 20 horas desde Brasil, y además, jugó en días seguidos a partir del martes, que le sirvieron para tomar ritmo.

El valenciano, que triunfó en 2010, 2011, 2012, sobre tierra batida, ganó el título de 2015, en superficie dura y dejó su marca de duelo directos con Nishikori en cuatro triunfos y siete derrotas. Con este triunfo, el de Xàbia mejoró sus marcas de la temporada a 18-1, sumó su 24º título ATP y recibirá 500 puntos para el ranking mundial. Nishikori, por su parte, se ha asegurado ascender al puesto más alto de su carrera, el número cuatro del mundo, al alcanzar la final.

Ferrer se mete en política

Ferrer demostró estar comprometido con la situación que atraviesa España y habló de la necesidad de un cambio en la política y que la gente esté más interesada en la política. «No vale que los políticos hagan y deshagan a su beneficio». Explicó que él vive «una realidad», porque su carrera como tenista profesional «es un mundo es irreal», pero cuando regresa a casa ve a su gente, amigos y personas cercanas «que lo pasan mal, que no encuentran un trabajo y que para poder subsistir lo hacen en condiciones infrahumanas y eso es duro».