Una nueva final, y van 12, de Rafa Nadal congregó un año más a todo tipo de altos responsables y personajes VIP en la pista Philippe-Chatrier de Roland Garros, con un invitado sorpresa y algo fastidioso: un bebé que interrumpió con su llanto los primeros puntos del partido.

El Rey emérito don Juan Carlos y su hija, la Infanta Elena, ocupaban la primera fila del palco de autoridades, escoltados por el ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, quien antes del partido declaraba su admiración por el Nadal deportista y, sobre todo, por el Nadal persona.

"Es como el compendio del deportista y ciudadano perfecto, porque todo lo hace bien y muy respetuosamente", dijo Guirao a los periodistas.

Fiel a su cita anual, el Rey emérito, pese a su retirada de la vida pública, no se quiso perder a Nadal en su jardín de tierra batida, además con el sol oculto tras las nubes y una temperatura de unos 20 grados, bastante más benigna de la que suele ser habitual en la final del abierto parisino.

Junto a él se encontraban la Infanta Elena, otra gran seguidora del mallorquín, la secretaria de Estado para el Deporte, María José Rienda, y el embajador español en París, Fernando Carderera.