El tenista español David Ferrer cerró este miércoles su carrera deportiva a los 37 años de edad después de perder en la segunda ronda del Mutua Madrid Open, cuarto Masters 1.000 de la temporada, contra el alemán Alexander Zverev, actual campeón e infranqueable, salvo al inicio, para el alicantino, derrotado en dos sets por 6-4 y 6-1.

'Ferru' puso el broche final a casi dos décadas de entrega, dedicación y, también, grandes victorias. En casa, como él quería, rodeado de cariño, del público, incansable a la hora de corear su nombre, y de su rival, representación del respeto que genera su figura.

El momento por el que le habían preguntado constantemente estos días y que había asegurado que no sabía como sería había por fin llegado, y el alicantino pareció disfrutarlo con aparente 'tranquilidad', y con los ojos humedecidos y con su mujer y su hijo.

Pero Ferrer no quiso despedirse sin dejar destellos del gran jugador que fue, ese que le hizo ser un inquilino habitual del 'Top 10' y número tres del mundo. El de Jávea salió como un ciclón, quizá extramotivado por la oportunidad de seguir soñando a costa de tumbar a un rival de potencial, al que ya había derrotado este año en Miami.

El veterano tenista español no perdonó el mal inicio de Zverev, más flojo con su saque, el cual no había perdido el año pasado en su camino hacia el título. A golpe de doble falta lo entregó en el cuarto juego, pero además de ese favor, había visto la mejor versión de 'Ferru', que jugó a un ritmo infernal para desarbolar al de Hamburgo en la pista para jolgorio de la Manolo Santana.

Sin embargo, el alemán apagó esta rebelión tras el 4-1 con el que empezó su oponente. Recuperó la fortaleza con el saque y con ello la de sus golpes, sobre todo su revés a dos manos, y a Ferrer se le puso todo de repente cuesta arriba, pasando de soñar con un triunfo a despertar repentinamente.

El alicantino intentó frenar el tenis del germano, favorecido por las condiciones de la capital, pero su garra no le bastó ni tampoco encontró energía en el continuo apoyo del público. Encajó nueve juegos seguidos y se vio obligado a decir adiós, presa de la emoción por el momento y por una afición a la que el propio Zverev pidió el último arreón antes del último saque. Su última bandana quedó para el recuerdo en la arcilla roja madrileña.