A la isla de Ré se llega por un único puente que la conecta con el continente y cuyo peaje cuesta 16 euros. De este modo, los turistas se quedan en la playa y en los hoteles, no van a otras partes, y solo salen a la carretera a aplaudir a los ciclistas del Tour de Francia. Y lo hacen sin mascarilla porque en este territorio insular francés el uso no está obligado en la calle.

En el puente, el pelotón circula a 50 kilómetros por hora. Sopla el viento lateral, la amenaza de corte es una constante, porque si se pierde la rueda del grupo de favoritos caen minutos de escándalo. Y Mikel Landa lo sabe, porque lo que le ocurrió el viernes pasado a las afueras de Toulouse quedaría como una tontería si llega un despiste en carreteras de la Charente Marítima. Supera su peor etapa

Pero allí lo vemos, protegido por sus compañeros del Bahréin, que le marcan el camino a seguir, siempre en la cabeza del pelotón, donde es imposible cortarse y muy complicado caerse.

Una ruta cargada de trampas

¡Menudo día! Vaya trampa que Prudhomme, que sigue la etapa confinado en su hotel, preparó a todos, con un viento que los azota. Egan Bernal y el líder Primoz Roglic, y Landa a su lado, como debe ser si ciertamente aspira a luchar por algo tan importante como es el jersey amarillo.

Peor lo pasa Tadej Pogacar, que se ve envuelto en una caída. O Guillaume Martin, el francés mejor colocado en la general, filósofo de carrera en sus horas libres de bici, que se corta un par de veces y necesita Dios y ayuda de sus compañeros del Cofidis para enlazar.

Y hasta 'Superman' López se ve cortado en la última caída de una jornada en la que se pierde la cuenta de accidentes. Pierde el contacto junto a Alejandro Valverde, también afectado, pero pueden arreglar la situación rápidamente, que no está el día ni mucho menos el Tour para regalar tiempo en una etapa llana.

La hora del esprint final

Todos sufren. Es imposible encontrar un kilómetro para disfrutar de un paisaje maravilloso. Ellos solo ven la rueda del ciclista que llevan delante y el que va primero de grupo asfalto despejado y las flechas amarillas colgadas de cualquier letrero que marcan la ruta a seguir.

A tres kilómetros de meta, en la zona protegida, Landa y el resto de figuras ya pueden respirar y resguardarse al fondo del pelotón. Si hay caída no perderán tiempo. Es la ocasión para los velocistas, para que Peter Sagan, el principal astro en este arte, vuelva a demostrar que está lejos de su mejor forma en la victoria del irlandés Sam Bennett.