El final de la ronda francesa
Pogacar gana el cuarto Tour con una fiesta en París
Excepcional última etapa con una victoria preciosa de Wout van Aert que logró en Montmartre lo que su jefe de filas, Jonas Vingegaard, no consiguió en toda la carrera: dejar clavado al magnífico fenómeno esloveno

La etapa 21 del Tour de Francia 2025, en imágenes. / Bernard Papon / AP

Bravo, bravo y mil veces bravo. No había nada en juego, sólo el honor, la satisfacción de vestir el jersey amarillo y la de ser el heredero de los grandes héroes del Tour para recompensar a los espectadores que sufrían bajo la lluvia de París, en una tarde otoñal y desagradable. ¡Bravo! Tadej Pogacar, que sintiéndose cansado, quiso tomarse el último día de carrera como si fuese una clásica mientras el resto de los corredores, entre ellos Jonas Vingegaard, sin nada en juego, se tomaba el paseo parisino como si fuese una marcha cicloturista.
Pogacar no sólo es un grande del ciclismo, lo es también del deporte, estrella mundial, que a partir de ahora ya enfoca el camino para una quinta victoria, el año que viene, en el Tour que nacerá en Barcelona y será historia en París, la ciudad que este domingo lo volvió a consagrar como hizo décadas antes con Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Induráin. Los cinco Tours, y hasta la posibilidad de superarlos, empezarán a estar en 12 meses al alcance de este mito de 26 años que estará cansado, con ganas de vacaciones y que no quiere ahora ni que le hablen de una Vuelta que no correrá. Ciento por ciento confirmado el liderato de Juan Ayuso como relevo de Pogacar en el UEA para la ronda española.

El pelotón del Tour de Francia, en los Campos Elíseos de París. / Associated Press/LaPresse / LAP
Un grande como él sólo podía desafiar a la lluvia, olvidarse del riesgo y pelear con otro talento de este deporte, Wout van Aert, vencedor en París y que consiguió en la última de las tres ascensiones a la colina de Montmartre lo que no había logrado su jefe Vingegaard en todo el Tour. Dejó clavado a Pogacar. ¡Bravo, bravo, bravo! Espectacular. Fue una recompensa al mejor ciclismo en un Tour que daba la sensación de que llegaba a París agotado después de unas etapas por los Alpes que se inclinaron más hacia el bostezo que por el ciclismo intenso y emocionante que por una vez se vio en la ciudad de las luces… y la lluvia.
Sentenciado desde Hautacam
Pogacar puso a París de fiesta e hizo del postre el mejor plato de una tercera semana en la que regaló victorias pensando más en el amarillo que en los triunfos diario. De hecho, desde Hautacam, y todavía con nueve etapas por el camino, ya sentenció el Tour y sólo esperó unos ataques de Vingegaard que se quedaron en amagos. Seguro que Van Aert puede meterse con él y enseñarle el vídeo del instante en que Pogacar levanta el pie. Imposible seguirlo. ¡Bravo, bravo, bravo!

Tadej Pogacar, en la última etapa del Tour de Francia. / Thomas Padilla / AP
Pogacar cruzó la línea de los Campos Elíseos sabiendo que los últimos 56 kilómetros no contaban para nada, anulados los tiempos por el peligro de la tormenta. De haberse caído, maldición sólo de pensarlo, ni habría perdido el Tour. Era el instante en que más llovía, la gente mojada, público que a las 10 de la mañana ya se fue a Montmartre a guardar sitio, maravillosa la fe por este deporte. Cruzó la meta de los Campos Elíseos levantando el brazo minutos antes de besar a su novia y también ciclista Urska Zigarg; ahora, la pareja se podrá ir de vacaciones. Ella no corre el Tour (mención especial al triunfo de Mavi García) y él está fatigado, más de cabeza que de piernas.
Un gran día por París
Pogacar, de hecho, se lo pasa bien en días como el vivido en París. Le cansa tener que salir a neutralizar a Vingegaard sabiendo que los ataques de su rival danés no van a ningún lado por mucho empeño y fe que al menos le pone el único ciclista que se atreve a plantarle cara. Tal es la superioridad del astro Pogacar que hasta parece que, a veces, el Tour sea aburrido y seguro que esta sensación es la que se apoderó de Pogacar en algunas etapas de la tercera semana, en un Ventoux y unos Alpes donde regaló etapas, lo que nunca había hecho en las tres victorias anteriores.
¡Bravo, bravo, bravo! Pogacar ganó este domingo el Tour más rápido de la historia, 42,84 kilómetros por hora; ayuda la preparación, pero también que las carreteras son ahora mejores, que en las bajadas vuelan con los frenos de disco y que cada vez las bicis son más veloces.

Tadej Pogacar celebra su cuarto Tour de Francia en la meta de París. / Thibault Camus / AP
Induráin y Merckx
No hay quien pueda con él en el Tour. Pero es la marca de una época. Los aficionados españoles se lo pasaron bomba en los cinco Tours de Induráin, pero ¿qué debía pensar un aficionado esloveno cuando lo veía controlar en la montaña y sentenciar en las contrarrelojes? ¿Y los niños, hoy con el pelo canoso, que crecían lejos de Bélgica observando al ‘pesado’ de Merckx ganando en todas partes?
Utilizando un símil futbolístico, el ciclismo es así; uno gana, Pogacar, y los demás miran, aunque Van Aert obsequie con el mejor fin de fiesta de un Tour en París. ¡Bravo, bravo, bravo!
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