No era una entrevista sencilla, pero el entrenador del Valencia Basket Valencia Basketla abordó con naturalidad, transparencia y, por encima de todo, una humildad digna de elogio en los tiempos que corren. Su autocrítica es el mejor termómetro para medir su exigencia. Jaume Ponsarnau habla para SUPER... de todo.

¡Vaya semanitas lleva! ¿Imagino que no esperaba un inicio de proyecto tan complejo?

—Pues no. Hicimos unos planes y no salieron bien. El hecho de que Diot no esté todavía, que San Emeterio esté ahora haciendo la pretemporada€ y otros accidentes como el de Sastre. Al cambiar los planes hay que rehacer cosas y eso ha afectado a nuestra capacidad competitiva. No lo esperábamos.

—Pero más allá de esos problemas físicos la sensación es que está costando mucho...

—Es que para atacar hay que sacar ventajas, y el 80% de los equipos las sacan con el pick&roll. Nuestros mejores hombres ahí son los bases, el más especial Diot, además de San Emeterio y Sastre. Nos hemos quedado sólo con el juego de pick&roll de calidad de Van Rossom, y a cuentagotas conforme va estando bien de Vives. El tener menos juego de pick&roll y mucho juego de poste bajo con Dubljevic y Will Thomas nos ha hecho previsibles.

—¿Y defensivamente?

—Empezamos con muy mal balance defensivo. Lo veíamos y nos daba vergüenza. Eso era porque no estábamos entrenando con el tono que debíamos porque teníamos muchos jugadores volviendo de lesiones. De eso también nos lamentamos. Ahora si lo estamos consiguiendo. Sólo nos falta ganar tiempo al ataque, tener las cosas claras medio segundo antes. En los últimos partidos hemos dado una muestra de mejora, exceptuando un partido que fue una catástrofe.

—Habla muchas veces de equipo en construcción cuando hay once jugadores que siguen del año pasado y usted lleva con esta tres temporadas en el equipo. ¿Tanto había que construir?

—Cuando se me nombra entrenador partimos de la base de que conozco a los jugadores. El rumbo que íbamos a coger era a partir de un conocimiento importante y útil de los jugadores. Pero si quieres construir una cosa e ir hacia una línea que te lleve al máximo competitivo posible había que hacer cambios. Por mucho que conozca, había cosas que cambiar y mejorar, y eso necesita de un proceso. Ese proceso ha sido un poco más lento y ha necesitado de una mayor construcción porque de repente jugadores que fichamos para que crecieran con nosotros han tenido que jugar muchos minutos. Y han tenido que ser muy importantes. Por momentos hemos tenido que precipitar cosas. Ahí se han visto nuestras carencias y cosas en las que nos faltaba evolucionar. Luego hay jugadores importantes que no están bien por las circunstancias, y eso nos ha condicionado a no ser todo lo buenos que querríamos ser ahora.

—Y eso es lo que le ha llevado a estar cuestionado. ¿Se ha sentido arropado en estas últimas semanas?

—Por el cuerpo técnico me he sentido super apoyado, también mucho por la plantilla... y con el club mi sensación es que la gente está contenta de que yo sea el entrenador del equipo. Lo que pasa es que hay nervios porque no hemos sido todo lo competitivos que querríamos ser en estos momentos. Y está también la frustración de haber perdido algunos partidos y de haber hecho dos desastres muy grandes en Vitoria y aún más en Tenerife. Esa ha sido la derrota más grave que he sufrido como entrenador. Eso ha generado una serie de nervios a mi alrededor que todo el mundo ha querido controlar, pero que evidentemente se notaban. Pero he de decir que siempre he podido trabajar bien, y esta sensación para un entrenador es enorme. Y lo digo porque en otras situaciones de nervios en otros momentos de mi vida profesional no lo he podido hacer y te sientes desarmado.

—Tras la victoria ante el Manresa se le vio muy emocionado. Habló incluso de su familia...

—En ese momento quise transmitir que, al margen de entrenador profesional con lo que supone, también soy una persona. Una persona que en mi caso encuentra el equilibrio en la familia. Quería transmitir eso, y al transmitirlo tal vez si que me emocioné. Por encima de otras cosas quise ser entrenador de baloncesto porque amaba este deporte y porque era un vehículo para transmitir valores a los jugadores y jugadoras que he entrenado.

—Pero ese gesto denotó que venía de estar pasándolo mal...

—Evidentemente lo he pasado mal porque sabía que mi cargo estaba cuestionado y que lo podía perder. Podía perder mi trabajo, no es una cosa que te puedas tomar con irresponsabilidad, pero nunca he tenido la sensación de que eso haya afectado a la calidad de mi trabajo, y tampoco al ambiente de trabajo. Siempre ha sido riguroso. Mi parcela a veces es la de jugarte tu puesto de trabajo, y la de un jugador es la de jugarse minutos. Y hay que responder de la mejor manera posible.

—Y su familia, ya que la hizo participe entonces, ¿como lleva todo este clima de duda casi permanente que ha habido?

—Tenemos que hacer un esfuerzo mi mujer y yo de crear consciencia y cultura de como llevarlo. Mis hijos ahora ya tienen una edad en la que son conscientes de todo esto e intentamos generar una consciencia de lo que quiere decir y de que no les afecte en negativo. Esta es la vida del entrenador que tiene familia. Es más difícil porque los niños son muy inteligentes y no les puedes vender la moto. Hay que explicarles las cosas como son y lo estamos consiguiendo, sobre todo gracias al esfuerzo de mi mujer.

—Seré ahora muy directo. ¿Tras la derrota de Tenerife se vio fuera?

—Lo que sí que pensé fue que después de un desastre como aquel me podían echar fuera. Y es que un valor que el club siempre ha querido transmitir, que es el de esforzarse, no lo transmitimos en ese partido, Y es lo que hay. Pero independientemente de pensar eso, también había una auto evaluación de lo que yo había hecho mal. Aquel partido entramos con una frustración que no supimos controlar y yo no supe ayudar al equipo para devolverlo a la calma, ni encontrar cosas para volver al partido y hacerle entender que nos debíamos esforzar. Y ese día sí chillé mucho al equipo, ese día la exigencia sí que la verbalicé. Pero mi equipo no necesitaba que le chillase, necesitaba que le dotase de recursos, y no lo supimos hacer.

—A partir del partido de Manresa donde se juega el puesto por primera vez cambiaron cosas, usted mismo lo reconoció... ¿qué pasaba?

—Queríamos mejorar nuestro juego desde la confianza, dando tranquilidad si no salían las cosas, pero veíamos que eso no había educado al equipo en una cosa muy importante para nosotros que es no huir de la responsabilidad de hacer siempre las cosas de la mejor manera posible. Había que cambiar la forma de gestionar estas confianzas, mantener más los roles y a partir de ahí buscar jugadores que nos ayudasen a mejorarlos o a competir. Pero con unos roles definidos para que todos se responsabilizaran un poco más.

—¿Es decir, que no iba a regalar más minutos....?

—Exacto. Hacia ahí iban un poco las cosas. Pero nadie estaba entendiendo que se estaban regalando minutos, sino que la responsabilidad sobre cada cosa no estaba al cien por cien y alguna cosa no funcionaba. Reubicar eso nos ha puesto a todos en el sitio.

—Entiendo que el hecho de estar jugándose el puesto desde entonces casi en cada partido también tuvo mucho que ver en esta decisión...

—Así es paralelamente. Es una realidad que parte también de que necesitamos ganar porque, para empezar, tenemos que ir a la Copa y los resultados lo han puesto en riesgo. Tratamos de dar un paso competitivo buscando más consistencia y la mejor forma de hacerlo era teniendo más establecidos los roles.

—No obstante, vivir con este 'ay' casi continuo no debe ser lo ideal para el trabajo de un entrenador...

—No es lo más fácil, pero para eso está mi experiencia. Ya he tenido otros momentos en los que he tenido que trabajar con esto, cuando te juegas tu cargo o juegas por no bajar son exigencias muy dramáticas. En este sentido me he educado y he ganado la experiencia para estar enfocado. Creo que lo he estado. Ha habido momentos malos y malos parciales en los que el equipo ha sabido responder. Los únicos días en los que no se supo fue en Vitoria y en Tenerife. El resto el equipo también ha necesitado ayuda y hemos encontrado la forma de ayudarle.

—¿Los objetivos siguen siendo los mismos? ¿No han cambiado?

—Son los mismos. Es muy pronto y el equipo está mejorando, tiene una línea de mejora para conseguir competir contra los grandes. Lo que pasa es que esperábamos ser ya más competitivos y no ha podido ser por unas circunstancias. Pero la ambición continúa siendo máxima, no bajamos ni un paso.

—Desde su llegada habló mucho también del hecho de que La Fonteta se sintiese orgullosa del equipo. ¿Es otra asignatura pendiente?

—Queremos jugar por La Fonteta y con La Fonteta. Sé que 40 minutos no lo hemos conseguido, pero ya están habiendo momentos en los que a La Fonteta le gusta lo que ve. El camino fácil para ganarnos a La Fonteta es demostrar sacrificio. Hasta ahora las cabezas y las energías no nos han permitido mostrarlo los 40 minutos. Ese es el objetivo.

— ¿Qué ha aprendido estas últimas semanas?

—He aprendido mucho. Una lección muy importante es que puedes jugar buscando las calidades, pero si quieres ser competitivo lo antes posible tienes que jugar con calidad para que aparezcan las calidades.

—Por último los jugadores. ¿Esperaba mayor rendimiento de ellos?

—Ellos mismos lo reconocen. Hay muchos jugadores del equipo que saben que son capaces de jugar mejor, quieren jugar mejor y trabajan para jugar mejor, pero de momento no lo están consiguiendo. Hay muchos jugadores que están en un punto muy mejorable.