El Valencia Basket volvía a La Fonteta más de 100 días después de su último partido. La experiencia a puerta cerrada ante el Armani Milán en la Euroliga les valía para saber a lo que se iban a enfrentar y quizá les ayudó para lograr la primera victoria de la Fase Final ACB. En esta ocasión tampoco había público ante el Morabanc Andorra, pero sí un reducido grupo de prensa y un máximo de diez representantes de cada club en la grada, entre ellos Juan Roig.

Separados en la tribuna y con mascarillas, examinaban cada detalle de un partido atípico como pocos. El primero de un camino de siete para ser campeones de Liga. Pero antes del inicio, La Fonteta aún se quedó más en silencio de lo que ya de por sí estaba. Había que rendir homenaje a las víctimas del coronavirus y a Martín Labarta, el mítico y añorado delegado de pista del Valencia Basket.

La única presencia de aficionados se vio por el videomarcador, con una bonita iniciativa para que fueran algunos de ellos los que presentaran a los jugadores a su salida a la pista, entre los aplausos de los integrantes de uno y otro equipo. Un detalle simbólico en homenaje a los miles de seguidores que no pudieron asistir a La Fonteta en el regreso del baloncesto.

El Valencia Basket jugaba en casa pero ocupaba el banquillo visitante, donde hubo más cambios de que de costumbre. La preocupación por las lesiones es lógica después de tres meses sin jugar aunque los taronja fueran de los primeros en volver a los entrenamientos. Con más rotación que nunca, Ponsarnau cambió todo el quinteto inicial ya en el primer cuarto, donde solo Motum y Marinkovic (al margen del descartado Ndour por molestias físicas y del lesionado Vives) se quedaron sin minutos.

El constante silbido de la goma de las zapatillas en el parqué y los gritos desde los banquillos eran la tónica durante el partido. Incluso se escuchó un "Venga, chicos, que esto no pirula, eh" desde el banquillo del Morabanc Andorra.

Curiosamente, no se notó mucho la falta de competición tras el parón obligado de más de tres meses. Con buenos porcentajes de tiro y superioridad en el rebote ante un rival lastrado en la pintura por las bajas de Dejan Musli y Moussa Diagne, los taronja llegaron hasta el 41-50 al descanso, aunque la diferencia podría haber sido mayor de no haber sumado tantas pérdidas (11 en los primeros 20 minutos).

Desinfectado el parqué en el descanso, los jugadores volvieron a la pista para completar un calentamiento más necesario que nunca. Y pese al triple inicial de Senglin, los de Ponsarnau apretaron el acelerador para abrir brecha en el marcador y encarrilar la primera victoria.

Pero el Valencia Basket seguía sumando pérdidas y dio vida a un Andorra que se puso a un punto a poco más de 7 minutos para el final. Un inmenso Tobey bajo los aros, un Abalde que sigue en estado de gracia asumiendo responsabilidades y un renacido Joan Sastre devolvieron la tranquilidad al banquillo, porque en la grada, por desgracia no había aficionados.

Las mascarillas (y no muchas por las restricciones de acceso) sustituyeron a las bufandas, pero el equipo dio la primera gran alegría a una afición que puede soñar con acabar la liguilla entre los dos primeros y luchar en una semifinal y final a partido único. Y todo con un equipo que les tiene muy presentes y que, al igual que con los aplausos del inicio en la presentación, se despidieron de la Fonteta aplaudiendo a la grada, en otro detalle simbólico hacia la afición taronja.

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