Carlos Soler seguía decaído el domingo por la mañana en el entrenamiento. Doce horas después era incapaz de levantar cabeza. El canterano pasó mala noche. No paró de darle vueltas a la cabeza a la jugada de su expulsión. En el campo explotó de rabia. La indignación creció a medida que veía imágenes de lo sucedido. Con el paso de las horas, ya más calmado y protegido por los suyos, se le ha quedado un amargo sabor de impotencia e incredulidad. "Está muy tocado", dice alguien muy cercano a él. Fue tan injusto que no es fácil de asimilar. Y menos en un chico de 20 años con seis partidos en Primera. Voro y el vestuario del Valencia lo ha arropado desde el mismo momento que el árbitro Munuera Montero levantó el brazo con la tarjeta roja en la mano. Todos estaban pendientes de él después de su primer revés en la élite. Ahora más que nunca todos son Carlos y así lo entiende el club, que ya ha presentado alegaciones al acta argumentando que "se está posicionando por el balón" y "viene que viene tras un ataque del jugador rival".

Soler nunca había sido expulsado en toda su carrera deportiva. Su comportamiento dentro de un terreno de juego siempre ha sido exquisito. Sin tachones. Por eso el propio jugador fue el primer sorprendido por la decisión del colegiado. Corría el 44. Jugada a balón parado. El mediocentro argentino del Eibar, Gonzalo Escalante, agrede en la cara a Carlos sin balón. El canterano saca la mano como mecanismo de defensa. El árbitro incomprensiblemente solo ve la segunda acción y expulsa a Soler. Solo había una justicia posible: expulsar a los dos o a ninguno. Hasta el Eibar cree que la roja fue desmesurada. Así lo aseguraba su compañero Dani García en Onda Cero. "Hay expulsiones raras últimamente. Parece que es más expulsión un empujón o un agarrón, que una patada. Contacto sí que ha habido, pero creo que no es para roja. Para que se tire Gonzalo le tienen que dar bien... conociéndolo no creo que se haya tirado. Unas veces te dan y otras te quitan", decía.

No es casualidad que Escalante estuviera implicado en la jugada. El argentino, ex de Boca Juniors y Catania, se está ganando la fama de duro desde su llegada al fútbol español hace año y medio. Hace dos semanas, sin ir más lejos, lesionó a Sergio Busquets con una plancha en el tobillo que obligó al centrocampista del Barça a salir del campo en camilla a los diez minutos de juego en Ipurua. El catalán aún no ha jugado desde entonces. Lleva 22 tarjetas amarillas en temporada y media. Lo que más dolió el sábado en Mestalla es que ni siquiera se interesó por el joven valencianista al final del encuentro. Lo ignoró.

¿Y ahora qué? Carlos es baja segura para el partido del sábado contra el Betis. Un partido no se lo quita nadie. El problema es que la sanción del Comité de Competición vaya más allá. La redacción del acta será clave. "Fue expulsado por el siguiente motivo: golpear con la mano en la cara de un adversario con el uso de fuerza excesiva, sin estar el balón a distancia de ser jugado". El castigo puede llegar a los cuatro partidos. El club, eso sí, espera un máximo de dos partidos de sanción porque el colegiado habla de "golpear" y no "agredir" en su escrito. Los servicios jurídicos del club ya han estudiado el caso y presentado alegaciones al acta, aunque entiende que no es fácil recurrir porque el acta no recoge la acción previa de Escalante [Esto dice el acta sobre la acción entre Soler y Escalante]. Paco Alcácer, por ejemplo, fue sancionado con dos partidos por "golpear a un adversario, con uso de fuerza excesiva, en la disputa del balón" en un Granada-Valencia de 2014. Apelación lo rebajó más tarde a uno. ¿Habrá justicia con Soler? La merece.