La armonía en el fútbol pende de un hilo muy fino. Si el temperamento de una persona es material sensible, imaginen vincular y gobernar un grupo de veinticuatro. El pasado 27 de agosto, el Valencia se presentaba en el Bernabéu para competir ante el flamante campeón de la supercopas: arrasó al Barcelona y pudo con el Manchester United de Mourinho. En mayo, había ganado su segunda Champions consecutiva, la tercera en cuatro años. Una barbaridad. Se hablaba (con razón) de ciclo histórico. El sábado, el Real Madrid se presenta en Mestalla como un conjunto deprimido y sin patrón, con muchas de sus virtudes diluidas y con sus defectos multiplicados.Tiene futbolistas con una categoría tremenda, pero su tono competitivo es una incógnita, aunque cada vez menos... la mediocridad es la norma. Tiene imposible LaLiga, ya está eliminado de la Copa y le queda la Champions, donde debe superar al París-SG y luego a otros dos adversarios más hasta llegar a la final. Cumplió en el Mundial de Clubes dando una imagen pobre. Nada más. ¿Qué ha sucedido en estos meses?

No hay un motivo único. Sí varias referencias. La calidad en la competencia interna es la primera. Se habla de "los mismos jugadores", pero no es exactamente así. El Madrid dejó marchar en verano a varios futbolistas con un rol fundamental. No era flor, era la presencia de Álvaro Morata, Pepe y James Rodríguez. La situación es tan dramática que se llega a echar de menos a Danilo. Con o sin la complicidad de Zidane, el equipo perdió a un delantero de 20 goles... restringido casi siempre a segundas partes. Adiós a un especialista en el juego aéreo (cuando uno de los principios del Madrid es meter centros al área), plus por intensidad, velocidad y pegada. Benzema campa libre sin competencia y el Madrid sin revulsivo. Borja Mayoral tiene categoría, pero está tierno. Mariano también hubiera sumado, pero está metiendo goles para el Lyon. Morata, formado en casa y miembro de la generación Carvajal, Nacho, Lucas o Isco, está en el Chelsea. Se fue sabiendo que Zidane se la iba a jugar siempre con Benzema, por más goles que hiciera.

La salida de James tiene una justificación más lógica. El club apostó por Ceballos y también por asegurar más minutos a Marco Asensio e Isco. El colombiano era otro súper especialista del gol y la asistencia, pero la idea tenía buen sentido: potenciar a Asensio e Isco en un modelo con poco espacio para los mediapuntas. Tres eran multitud.

Menos justificación tiene la no renovación de Pepe, líder y hombre de garantías. Su edad (34 años) y una última temporada repleta de problemas físicos rompieron la relación. El Madrid dejó marchar a su mejor defensa confiando en el paso al frente de Raphaël Varane y de Nacho. Jesús Vallejo es el futuro. El peso debía caer sobre Ramos, Varane y Nacho, comodín tremendo para la rotación defensiva, pero lejos del nivel de Pepe. Con un añadido, Nacho es mejor lateral (defensivo) que central para el Madrid. También tenía su lógica... pero no ha funcionado. La retaguardia es víctima de la desestructura. Siempre expuesta a los duelos uno contra uno en campo abierto. El bajón de forma de Casemiro y la falta de intensidad general no ayuda en ese sentido. Lo mismo sucede con los laterales. Más allá de los problemas físicos de Marcelo y Carvajal, no hay otra pareja más exigida: fundamentales en ataque y sin ayudas en defensa. Theo no lo hace peor que Coentrao y Achraf tiene talento, pero ahora mismo no tiene contexto (confianza, estabilidad, rendimiento colectivo). Probablemente el Madrid debió apostar por otro perfil. Lo mismo sucede con Ceballos y Marcos Llorente; con ellos, el Madrid aseguraba otro interior de calidad y oxígeno para el mediocentro, pero Zidane, lejos de potenciarlos, los ha taponado. Poco queda del artista que maravilló en la segunda parte de la temporada con el Betis y fue MVP de la Eurocopa Sub-21. Lo mismo sucede con el mediocentro, finalista de Copa y uno de los centrocampistas del futuro por físico, técnica y táctica. Cualquier equipo del mundo les hubiera hecho sitio. Ceballos fue pretendido por el Barça. El Atlético pretendió a Llorente, del que ha hablado muy bien Marcelino.

Morir por los pesos pesados

El compromiso con el entrenador, la preparación física, la calidad real de los jugadores... ahora se duda de todo, pero en el origen del mal cuerpo está las derrotas y en la falta de estructura para soportarlas, está en el inmovilismo y la incapacidad para brindar soluciones distintas y útiles a los futbolistas. También por la apuesta cerrada de Zidane por una columna vertebral que le está fallando; el entrenador es responsable de sus decisiones y las está pagando. Así, ha perdido el empuje extra de la célebre unidad B. Ceballos le ganó el partido de Mendizorrotza, pero no ha tenido continuidad. Es un ejemplo.

También hay una realidad evidente: toda la plantilla está por debajo de sus márgenes de rendimiento medio. Toda: Keylor, Ramos, Casemiro, Modric, Kroos, Marcelo, Ronaldo... Kovacic estuvo lesionado y también se ha frenado su crecimiento. Al final, tiene 23 años. No funcionan los veteranos, la clase media no se ha sentido valorada y los jóvenes no han tenido contexto. Excepto por fogonazos puntuales, sólo se han salavado Isco y últimamente Bale. La involución que producen las derrotas ha minado, partido a partido, el estado de ánimo y la confianza del grupo, gasolina fundamental. Eso ha derivado en una intensidad (mental y física) inexistente y en un desajuste constante. El proyecto se está hundiendo.

Todo resulta mucho peor de lo que es, incluido Zidane. El francés no ha encontrado la forma de levantar y motivar a un grupo ungido en el halago; un efecto que quizás consiga la Champions. Zidane es un muerto viviente, el once (Achraf en lugar de Carvajal), la convocatoria (sin Bale) y la derrota ante el Leganés han dejado la temporada del Madrid pendiente de un milagro. El crédito está a cero... pero es fútbol. Lo que hoy es negro, mañana es blanco. Es el entrenador que ha conquistado dos copas de Europa consecutivas, una con Liga incluida. No fue casualidad. Disponía de un grupo tremendo y consiguió que se brindaran por completo al colectivo. Todos fluían. Todos brillaban dentro de un marco de autonomía y responsabilidad. Dos factores que han terminado volviéndose en su contra. En los triunfos siempre se mantuvo en segundo plano, fuera del foco. En las derrotas está asumiendo toda la responsabilidad, librando a los jugadores de más peso. Por ellos ha llegado a esta situación, sin respuestas. Ya hace semanas que advirtió que moriría con ellos, que no quería refuerzos... mientras, el Barça ha elevado su potencia con Coutinho. Ha descartado firmar un nueve porque va a morir con Karim. No quiso a Kepa porque en la portería confía en Keylor, próximo a la línea de liderazgos que defienden Ramos o Modric.

El ataque no intimida

Zidane nunca fue Guardiola, pero ha conseguido objetivos que se le han escapado al Barça de Messi. Nunca fue referencia por su sofisticación táctica, buscaba soluciones sencillas para potenciar a los mejores. Del 4-3-3 pro BBC evolucionó al 4-3-1-2 para explotar a Isco, 'ayudado' también a la lesión de Bale. Con ese sistema ganó la Champions a la Juve y con esa idea arrancó esta temporada. El sistema estaba pensado para someter al rival por completo, para desarrollar al máximo al Madrid de los centrocampistas (Casemiro-Kroos-Modric-Isco) y los laterales (Carvajal-Marcelo), todo para alimentar a sus delanteros. En ese sistema, la acción de los dos puntas es clave, con y sin balón. El sistema depende de un despliegue colectivo importante, una exigencia que muchos futbolistas no han sido capaces de soportar. Por eso, el equipo ha funcionado mejor cuando Zidane ha simplificado los mecanismos y las funciones con un 4-2-3-1: bandas rezordas, carreras al espacio, dos jugadores cerca de la base, un enlace. Ahora prepara el regreso de la BBC para la eliminatoria ante el PSG.El Madrid ha dominado muchos partidos durante una hora pero ha terminado desesperándose y desordenándose fruto de la incapacidad de sus atacantes, que no marcan la diferencia

. Ha llegado a generar mucho juego y llegadas, pero sin romper el marcador. Cuestión que le agota. Cero trabajo en el pressing, cero acción, cero intimidación. El efecto se reproduce en cadena y el modelo se vuelve insostenible sin estabilidad, sin un sistema de ayudas, sin orden para la recuperación. Presión deficiente, organización deficiente. Por eso baja tanto en las segundas partes, cuando empieza a escasear la energía y la confianza. Mientras, el rival va creciendo y haciéndose fuerte ante un adversario abierto, volcado y vulnerable. Sin recursos para reaccionar en la adversidad, por mentalidad desgastada y banquillo (Asensio desconectado; James y Morata, traspasados). El Madrid muere en los partidos que se hacen largos, cuando no rompe el marcador pronto. Hay que volver al 27 de agosto. Ese Madrid-Valencia es la metáfora de lo que ha sucedido después. Benzema falló ocasiones muy claras. Empate, empate, derrota, derrota... con todo su peso, con todas sus dudas y con toda la depresión que generan. Con el Barça abriendo cada vez más distancia, sin objetivos. Así ha sucedido ante Levante, Betis, Barça, Villarreal... Hasta Leganés.