Cesare Prandelli, que fue jugador y entrenador de la Atalanta de Bérgamo muchos años antes de su paso por el Valencia CF, se muestra contrario a la reanudación de las competiciones por respeto a las muchas personas que han perdido la vida y a los que siguen sufriendo de cerca los efectos del virus. En una entrevista publicada en Italia, el técnico habla con esta rotundidad del regreso del fútbol: "si soy sincero, ahora tengo un sentimiento de repulsión. Asocio el fútbol con la diversión, con la alegría, y este no es el momento para el fútbol. Se debe permitir que el duelo y el dolor se calmen. Respetar a los que han sufrido. No puedes ir del cementerio al estadio en un día; de un convoy de 150 ataúdes a celebrar un gol. Si el fútbol pierde 3 o 4 meses, nada cambia. No solo los futbolistas deben estar listos para jugar, sino también las personas. Para mí, el fútbol es alegría, traer familias y niños al estadio. Tenemos que tomar tiempo y las condiciones de seguridad no son suficientes".

El técnico asegura que vive estas semanas "con dolor, dolor profundo. Siempre vives con la angustia de que alguien pueda llamarte y darte malas noticias. Pero todos los días trato de pensar positivamente, imagino cuando todo volverá a la normalidad en unas pocas semanas, un mes o tal vez dos".

Hay mucho en juego, intereses económicos, pero todo debe estar ahora para Prandelli en un segundo plano: "Sé que el fútbol es una empresa y tiene sus preocupaciones, pero sería inmoral reducirse a discutir los salarios cuando las personas mueren y pierden sus empleos. Quisimos impulsar el carro a toda costa, entre puertas abiertas y cerradas, con las consecuencias que conocemos. Creo que las actitudes de los jugadores también tendrán que cambiar, estoy convencido de que se convertirá en un deporte aún más hermoso, incluso la pelota cambiará y tendrá que acercarse mucho más a la gente".

Natural de Orzinuovi, en la provincia de Brescia, una de las zonas más castigadas por la epidemia, Cesare reconoce haber perdido personas queridas durante estas semanas de pesadilla. "Perdí muchos amigos y conocidos, un sacerdote, un médico. En Orzinuovi, con 13.000 habitantes, mueren de promedio cien personas por año, ahora murieron noventa en tres semanas. Una masacre. Si un anciano muere, sedice 'bueno, tenía 80 años...', pero esas personas mayores hicieron nuestra historia, nos permitieron ser quienes somos. Quizás mañana respetemos más a los ancianos", dice.