En medio de la peor crisis desde que llegó Peter Lim, cuya legitimidad no había estado nunca tan en entredicho, el Valencia se agarró al escudo y en un arrebato de orgullo volteó el marcador cuando la remontada parecía fuera del guión. Manu Vallejo y Guedes, que solo sabe marcar golazos, neutralizaron el penalti de Carlos Fernández y en plena resurrección Gameiro perdonó el tercero en un mano a mano cuando a Rui Silva le estaban ya temblando las piernas. Sin embargo, pese a lo cerca que se estuvo de mantener el pabellón alto, la realidad fue una vez más terca con un equipo minado tanto por la incapacidad del club como por sus defectos innatos.

Hay imágenes simbólicas que más que fotos son radiografías y la del empate del Granada fue un buen ejemplo. Con el Valencia bien enfocado, Fede Vico pateó sin ninguna fe por el centro una falta y el balón, al que se le abrieron varios agujeros para elegir, se coló entre Maxi y Sobrino. No hay mejor metáfora para explicar el porqué de las cosas que siguen pasando en un equipo que no puede con tanta grieta. Con Voro es cierto que se ha mejorado, sobre todo en sentimiento, pero no lo suficiente. Para meterse en Europa hay que ganar partidos y ayer volvió a quedarse en empate. En el post-confinamiento la única victoria ha sido ante Osasuna.

Lo más curioso es que en un partido de alternativas, el Valencia estuvo a punto de salir airoso gracias a lo que últimamente no es casi nunca, un bloque contundente en las áreas. En la contraria fue letal: sus dos primeros disparos entre palos, ambos en la segunda parte, fueron gol. Y en la propia, Cillessen, bastante revitalizado, intervino en dos acciones de esas que diferencian a los porteros normales de los buenos: una ante Carlos Fernández y otra ante Soldado, dos auténticas pesadillas en un Granada que fue mejor a los puntos.

Realmente bastantes de los numerosos problemas del Valencia se reflejaron desde el once inicial, una ensalada más que una alineación. Gayá y Rodrigo fuera por lesión. Titulares cuestionados como Parejo, errático a más no poder, al pie del cañón. Alguno muy suplente como Manu Vallejo con papel protagonista y a la postre goleador, un premio al tesón. Y un banquillo repleto de las que fueron las rutilantes figuras de la primera vuelta, entre ellas Maxi López y un Guedes sin término medio.

Lo del Granada, con ideas siempre más incisivas, fue más un ataque por goteo que a base de embestidas. Los de Diego Martínez, entregados a una fuerte presión, llenaron su mochila de oportunidades. Carlos Fernández, un sevillista que se mira en el espejo de Kanouté, combinó como los ángeles con Neva. Aunque el peligro tenía nombre propio y era valenciano. Con el mismo ensañamiento que cuando los dos goles con los que clasificó a su equipo en la Copa, Soldado fue a por todas y si esta vez se quedó sin marcar fue por Cillessen. En el área contraria, mientras tanto, no era noticia que el Valencia, otra vez paupérrimo, se marchara al descanso sin un mísero disparo entre palos. De hecho fue en el descuento cuando por primera vez hubo aroma de gol: Gameiro se escurrió y Vallejo, que ya lo rozaba, no llegó por un centímetro a la cocina.

Poca historia más. Parejo no logró hilvanar el juego y entre él y Coquelin volvió a pasarles lo de costumbre, que a la hora de ordenar el tráfico no se aclaraban. Es más, la mejor noticia fue que el VAR diera una tregua pasando por alto unas posibles manos tras unos minutos de incertidumbre en los que Cordero Vega, de manera cómica, presionaba con su dedo la oreja en la que no tenía pinganillo. Voro movió el banquillo tras el descanso. El joven Adrián Guerrero, debutante en Primera, relevó a Jaume Costa, que se había despedido con un fuerte choque de cabezas.

Sin embargo, el Granada siguió a lo suyo con un balón al poste y otro zurriagazo de Soldado en los prolegómenos del 1-0. Machís se descolgó entre Paulista y Wass y en la segunda jugada Coquelin, que se durmió, cometió penalti. Carlos Fernández engañó a Cillessen con un disparo imparable y a partir de ahí el partido se rompió. La sorpresa fue que se decantara para el Valencia.

En la jugada inmediatamente posterior respondió Manu Vallejo tras una prolongación de Cheryshev. El Granada se descuadró tanto que Rui Silva se puso fallón. Gameiro no lo aprovechó pero sí Guedes, a quien Gabriel hizo un aclarado para que se sacase un zapatazo. El portero, que estaba tapado, trató de pararlo a mano cambiada, pero la pelota iba a la velocidad de la luz. Habría sido el gol de la victoria, pero para que al Valencia no le ocurran desgracias tienen que alinearse los planetas.

Estas son las notas del partido